Antonio Gil Mellado

¡Nada! que a algunos se les ha metido en la cabeza que hay que ganar población con la inmigración. Digo yo que al menos pensarán que debería tratarse de inmigración legal… pero no. Es raro el día que no aparezca alguien diciendo lo primero que se le ocurre y… ahí queda eso, a seguir andando. Parece ser que todo vale si de lo que se trata es de justificar lo que para la mayoría no tiene justificación, por todo lo que conlleva esta anómala circunstancia.

Desgraciadamente son muchos los que, posiblemente movidos por un concepto humanitario muy singular, comparten esa idea incoherente de dar entrada en nuestro país y en nuestras vidas a todo aquel que se lo proponga, bien sea saltando y violentando una valla o a través del mar, sin medir las consecuencias que su actitud conformista tiene para la vida de aquellos que lo intentan a diario y que finalmente mueren sin lograrlo.

Lamentablemente este controvertido asunto se seguirá produciendo entre unos y otros durante mucho más tiempo ya que de una solución satisfactoria no se va a disponer ni a corto ni a medio plazo, en tanto que no se ponga encima de la mesa una posición firme y consensuada de todos los gobiernos. Sólo una apuesta que implique a todos podrá poner fin a este drama social.

Hasta ahora, los gobiernos que padecen el fenómeno de la inmigración ilegal tratan de poner medidas que solucionen este conflicto ‘con las manos atadas’, pero sin resultados. Es más, España a través del programa GRECCO para el 2020, intentó una articulación precisa y conveniente que evitara cualquier forma de fraude en la contratación en origen. Además aumentó el número de visados que pasaba de 500 a 5000 para ese año, con la sana intención de bajar la presión de la inmigración ilegal y para mostrar este sistema como el único camino posible de entrada en nuestro país.

Está claro que estamos ante una dicotomía muy complicada: puertas abiertas o contratación en origen. Es evidente que la primera sería un total disparate y que sólo la segunda opción es una posibilidad plausible. Es innegable que la situación actual está causando un indeseado efecto llamada y que las muertes sobre todo en el mar sobrepasan todo lo imaginable.

Este asunto que es sin duda el más polémico al que nos enfrentamos nos lleva a todo un mundo de opiniones, cruce de acusaciones, descalificaciones y teorías para al final llegar a una conclusión bastante desalentadora. España no se puede permitir acoger inmigrantes ilegales. No repetiré lo que decía el romano Cicerón sobre la solidaridad que deben practicar los gobiernos y que comparto al cien por cien.

En este momento la ingenuidad y la compasión solo pueden suponer una grave temeridad que no solucionaría esta terrible anomalía social en el mundo. Mirar para otro lado sería un crimen imperdonable que lo agravaría todo aún más.

Sin embargo la realidad con la que tenemos que hacer frente a este reto es que nuestra deuda pública es de más de un billón y medio de euros y que tenemos un paro cercano a los 3.000.000. En el último informe de Cáritas se dice que 6.000.000 de familias en nuestro país no cuentan con un presupuesto que garantice unas condiciones de vida dignas o que un gran número de pensiones no dan ni para comer, con un deterioro importante de los servicios públicos por falta de empleados en las administraciones. Con una clase media, columna vertebral de nuestro país, fulminada por las sucesivas crisis, etc. se hace necesario mirar un poco más hacia dentro.

Tenemos la fotografía de un gran país que tiene voluntad, pero con escasos recursos. Es por eso que, cuando muchos dicen que este problema, este conflicto social que afecta a toda Europa se arregla echando más leña al fuego yo… me sobrecojo.