La Asamblea General de las Naciones Unidas designó al 20 de febrero como el Día Mundial de la Justicia Social. Esta organización la define como “un principio fundamental para la convivencia pacífica y próspera” y que el núcleo de su misión global es de promover el desarrollo y la dignidad humana. Un desarrollo justo, abriendo puertas y ventanas hacia la igualdad, dignificando siempre nuestros principios y valores que nos identifican como personas, libres e iguales.

Según la ONU los fundamentos de la justicia social se defienden cuando se promueve la igualdad entre mujeres y hombres, se impulsan los derechos de los pueblos, se fomentan los derechos de los migrantes y refugiados en todo el mundo y se eliminan las barreras que enfrentan las personas por motivos de género, edad, raza, etnia, religión, cultura o discapacidad, esas barreras que, de una forma u otra, solo radican en nuestras mentes.

Pero algo estamos haciendo mal cuando, cuestiones tan básicas y fundamentales están tambaleando en nuestra sociedad. Para no irme más lejos, nuestra ciudad, Ceuta, campeona en los récords de exclusión social y pobreza, fragmentación y brecha económica y social entre mujeres y hombres, como dijo una gran amiga mía, “la pobreza tiene rostro de mujer”, la polarización de la sociedad es preocupante, comentarios y/o situaciones que alejan esa convivencia que tanto anhelamos. Valores como la solidaridad y humanidad que también existen en nuestra ciudad deben visualizarse para que las malas situaciones ( desigualdad, pobreza, racismo)se difuminen hasta desaparecer de nuestro mapa.

Por ello, la justicia social, además que debe ser una prioridad para nuestras y nuestros gobernantes, debe estar arraigada en nuestra forma de ver la sociedad, una sociedad más igual, más libre, más creíble, una sociedad en que la justicia no se encuentre ciega y pueda al fin, tender la balanza hacia la humanidad.