Muchas lecciones se pueden extraer de la victoria de Trump en Estados Unidos. Muchas. Y muchos son los que entenderán esta victoria como una oportunidad para aterrizar en su terreno las estrategias trazadas durante la campaña americana. Respuestas inmediatas y fáciles a lo que pide la gente. Mensaje simple, directo a los sentimientos del elector.

Hablar de muros, de enemigos en casa, de precariedad y pobreza procedentes de la influencia directa de los enemigos, rabia y resentimiento por las penurias y una instrumentalización de todos estos sentimientos. Guillermo Martínez, flamante senador del PP, ya ha empezado a aplicar lo aprendido. Lo que podría haber sido una oportunidad para reclamar del Estado y del Gobierno de la Nación una Ley de compensación por las desigualdades para Ceuta y Melilla, donde los indicadores sociales justifican esta petición, se ha convertido en la excusa perfecta para experimentar públicamente con esa lección de Trump. Más allá de rebatir, si es que existen argumentos para ello, sobre la pertinencia de una norma encaminada a amortiguar las desigualdades en nuestra ciudad, el señor Martínez ha preferido hablar del perímetro fronterizo, en una clara alusión a uno de los elementos centrales del populista americano, el muro. Y lo introduce porque, asevera, los inmigrantes se están aprovechando de los Planes de empleo de la Ciudad y han colaborado a incrementar la pobreza (otro elemento aprendido: el enemigo viene de afuera, y se instala en nuestra casa).

Usa deliberadamente como argumento lo que, a base de repetir entre las clases desfavorecidas, se ha convertido en una especie de verdad; los inmigrantes nos quitan el trabajo. Una falacia muy peligrosa.

Con un poco de sentido de común, y dirigiéndose al último listado del Plan de Empleo del 2016, podemos comprobar que, de cerca de 500 contratos firmados, sólo un 6 % corresponde a residentes extranjeros en nuestra ciudad. A lo que hay que añadir que estas personas están en nuestro país de forma legal, pagando sus impuestos, y sus hijos, probablemente ya no sean extranjeros, dado que han nacido, se han educado y han adquirido valores que nada tienen que ver con los del país de origen de sus padres y/o madres. Por tanto, la afirmación de Martínez, además de ser incierta, y estoy segurísimo de que él también lo sabe, es una burda estrategia para no hablar de algo que sí realmente amenaza la España del partido al que representa; la lucha contra las desigualdades y por ende contra los privilegios que les han hecho poderosos a costa del sufrimiento de una gran masa social. Hay que recordar que desde se iniciara la crisis en 2007, en nuestro país no han parado de crecer las desigualdades sociales. Mientras se recorta, las rentas de los ricos continúan creciendo, lo que indica claramente que la precariedad laboral y social de la mayoría tiene su reverso en el beneficio de la minoría privilegiada.

Las declaraciones del PP no son realmente novedosas, siempre han señalado a los pobres y a los desheredados como los culpables de los achaques del sistema, o les han culpabilizado por la situación en la que se encuentran: son unos vagos, una rémoras para el crecimiento económico o se aprovechan del sistema de protección social, como aseguraba el ex alcalde del PP en Vitoria, Javier Maroto. Lo que realmente sucede es que, decir estas cosas y situarlas en el sentido común, y que la gente las asuma como tal, reporta muchos votos y en consecuencia, se puede ostentar el poder. Ya no se avergüenzan por su lucha contra los pobres, contra “los nadie”. Ahora se sienten espoleados por la victoria de Trump.

Lo que esta ciudad necesita son políticas para la gente, soluciones para aquellos que se levantan diariamente y su principal problema es qué darles de comer a sus hijos e hijas, rescatar a esa gran masa de jóvenes que, sin formación ni oportunidades, se sienten decepcionados con todo y, por supuesto, urge acabar con las amenazas que flanquean a la ya frágil convivencia en Ceuta. Nuestra ciudad no necesita una versión europea de Trump, ya la tenemos, y la representa Mariano Rajoy, y ya es mucho, diría, demasiado.