- Millones de mujeres en el mundo son asesinadas, violadas, mutiladas o sometidas a trato denigrante y vejatorio.

Además, las mujeres constituyen casi el 70% de las personas en situación de pobreza y tienen mayores dificultades para acceder a la educación, a la sanidad, al empleo o para el ejercicio de sus derechos.

El mundo es mas duro si naces mujer, y esta lamentable realidad se manifiesta con independencia de las creencias religiosas y es fruto, fundamentalemte, de la tradición patriarcal y machista que ha imperado durante siglos y que, con esfuerzo, algunas personas combaten cada día.

No soy una persona religiosa, pero sí una defensora del hecho religioso. Por mi experiencia, creer en la existencia de Dios no te hace siempre mejor persona, pero a menudo consuela al creyente, y eso, en tiempos como los actuales, se agradece. Por tanto, vaya por delante mi más profundo respeto a la libertad religiosa, ideológica y de culto y a sus manifiestaciones. Para mí, si naces y creces en esta ciudad, cualquier otra afirmación no es comprensible.

Esta semana he asistido con indignación, preocupación y pena a muchas de las reacciones que se han producido en la ciudad como consecuencia de la denuncia del PSOE de Ceuta, sobre la retransmisión en la televisión pública local de una conferencia en la que un estudioso del Coran vertía todo tipo de declaraciones discriminatorias hacia la mujer. Lo escuchado y leído en estos días me lleva a tres reflexiones:

La primera, para aquellos que han defendido y apoyado al conferenciante, intentando hacer lo blanco negro, justificando lo injustificable y utilizando una religión como parapeto para mantener un mensaje que coloque nuevamente a la mujer en posición de inferioridad y sometimiento. Mi mente se niega aceptar, y por suerte el Estado de Derecho también, las palabras vertidas en su conferencia y las de quienes las han defendido.

Desde mi punto de vista denunciar lo que allí se dijo, y la televisión pública difundió, es un deber de cualquier ciudadano, porque defender el machismo y la sumisión de la mujer no se tolera en nuestro país bajo nigún concepto. Ningún sacerdote, imam, rabino, religioso o estudioso me convencerá nunca de que una mujer deba bajar la mirada para frenar los celos de su esposo, Dios deba maldecirla por llevar tatuaje o por ponerse perfume sea una fornicadora. Por eso apoyo y apoyaré siempre a esas personas valientes que alzan la voz ante este tipo de injusticias y discriminación.

En segundo lugar, me sorprende y asusta la criminalización de toda una comunidad religiosa por las manifestaciones de unos pocos. No es el Islam, son las personas. No comparto tampoco las afirmaciones que han hecho responsable a toda la comunidad musulmana y han visto en lo ocurrido una oportunidad de manifestar su racismo con impunidad.

Finalmente, creo que las voces más peligrosas han sido las de aquellos que han nadado y guardado la ropa; los que han apoyado al orador, pero no comparten sus palabras aunque le han ofrecido su apoyo jurídico para luego retractarse; los que hablan del orden constitucional pero no han tomado decisiones en relación a una televisión pública de la que son máximos responsables; los que se erigen en defensores de la mujer pero no han condenado con contundencia el mensaje.Esos son los que más me preocupan, de esos esperaba mas.

Aquellos que han sopesado y valorado la situación y han decidido, con toda frialdad, que la peor opción era la pérdida de votos, cuando podía obtenerse rédito electoral con lo ocurrido; los que han optado por tergiversar la denuncia original, para iniciar una peligrosa defensa de un Islam al que nadie había atacado y no han dudado un minuto en todo esto, porque son votos y la lucha por el poder manda.

A estos útlimos les digo que esta semana, lo que se planteaba era un batalla más en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. Soy de las que piensan que se es parte de la solución o del problema, por eso esta semana sólo había dos opciones, apoyar a las mujeres o poner trabas en su lucha. Los que se han quedado en medio, sin posicionarse claramente, han optado por lo último. Para mí todas esas personas del mensaje ambiguo que defienden a la mujer en palabras pero no en obras, esos han sido los peores, los que más me decepcionan y me apenan, los más peligrosos, porque no había posición intermedia.

Cada vez que alguien defiende públicamente discursos que discriminan, un hombre se siente legitimado en su machismo y una mujer queda indefensa.