Javier Ángel Díez Nieto

Es verdad que en numerosas ocasiones, demasiadas mujeres sufren el ataque indiscriminado y violento de algunos personajes que no debían tener ni la consideración de personas. Porque ellas deben ser siempre la luz que ilumina las abiertas ventanas de nuestras casas. Sin embargo los tiempos nos muestran los ataques sin razón que muchas de ellas sufren. Son víctimas inocentes de ese mal profundo que llamamos instinto monstruoso de abuso machista. Estiércol y silencio es lo único que merecen estos abyectos personajes, quienes abusando de una pretendida superioridad, creen que están autorizados a una fortaleza del sexo maltratándolas, sea este maltrato del sentido que sea, tanto de palabra como de obra. Hasta aquí explico lo que creo y lo que siento cada vez que escucho en los medios de comunicación un ataque injustificado hacia ellas. Por ello, estoy de acuerdo en que estos repugnantes hechos deben ser evitados por cualquier medio, y conforme a ello estoy de acuerdo con toda aquella medida encaminada a acabar o al menos reducir al máximo estos deleznables ataques.

Es más, sé y he visto lo que sufre la víctima de una agresión sexual. Porque tras la agresión, la victima sufre un trastorno de estrés postraumatico. Revive la experiencia continuamente de dia y de noche con pesadillas. De día con actitudes de alarma y vigilancia que cambia su carácter, volviendola huraña con ojos donde apenas florecen las lagrimas. Al tiempo, siente apatía por actividades que antes le gustaban, mostrando pánico en lugares similares al que fue escenario de la agresión. Y todo esto no debe ser olvidado, por lo que su ayuda debe mantenerse siempre, otra cosa seria ser simplemente un animal sin sentimientos. Necesitan, por tanto de toda la ayuda y proteccion que necesiten por todos. Y en esto no se debe ahoorar gastos. Sin embargo, no comparto la corriente que actualmente intentan imponernos a todos como idea única de que el hombre es siempre el culpable de cualquier acto que se produzca, al margen del análisis pormenorizado de los hechos que verdaderamente sucedieron. Porque en el fondo lo que se está consiguiendo es demonizar y criminalizar al hombre simplemente por ser hombre, intentando quitarles todo derecho a defenderse.

Y aquí y en esta reflexión, he recordado la extraordinaria novela titulada “Matar un ruiseñor”, de Lee Harper, donde retrata claramente una sociedad americana dominada por prejuicios raciales, y en la que un joven de color es acusado de una violación, dando toda la sociedad la razón a la mujer, simplemente por ser esta de color blanco. El joven de color, obviando toda clase de pruebas que lo exculpaban, es condenado. Y esta falta de garantías del procesado, me ha recordado en muchos aspectos al enervado deseo de algunos grupos feministas que manifiestan ruidosa y públicamente la necesidad de que simplemente la declaración de una mujer es suficiente para acusar a un hombre y condenarlo. En este caso es simplemente un perjuicio de género, cuando en verdad los hechos son únicamente un ataque frontal a los derechos inherentes de la dignidad de la persona humana determinando en el artículo 10.1 de la Constitución Española que los considera inviolables e inherentes a la persona humana. Sin embargo la violencia de género solo se aplica a los hombres, mientras a la mujer se fija solo como violencia domestica con penas muy inferiores, como hemos podido leer en una creciente sentencia.

Por ello, me han interesado las declaraciones que, a pesar de la oposición mediática que sufre, está realizando el emergente partido VOX. Partido, que por cierto aunque mal explicado, simplemente ha denunciado que la ley no puede ser exclusiva para un determinado grupo, sino que el rechazo absoluto debe ser total y todos los hechos violentos contra cualquier persona, ancianos, niños, mujeres y hombres. Idea que ha enervado a muchas feministas quienes consideran que debe ser individualizado el ataque a la mujer sobre los demás, ya que dan por hecho siempre la culpabilidad del hombre a priori. Sobre ello, existe una lucha de estadísticas que manejan tanto los grupos feministas como los opositores a la ley de género y cada uno da fe de su verdad. No lo sé. Pero lo que sí sé, es que este tipo de leyes de diferenciación de género puede producir una gran indefensión en los varones a quienes la ley discrimina legalmente.

Lógicamente, sigo sin entender este ataque frontal, exacerbado y sin apenas reflexiones, que en la terquedad de una determinada posición feminista se está produciendo contra todo aquel que cuestione o ponga en duda la eficacia de la ley de género y de las pingües subvenciones que reciben determinados grupos para defenderla (si tienen curiosidad miren las datos de los dineros públicos entregados y los que verdaderamente llega a la atención de las víctimas en Andalucía). Como tampoco entiendo que se estigmatice al varón simplemente por ser hombre.