- Preocupación. Esa es la palabra que se me viene a la cabeza cuando pienso en la situación que estamos viviendo desde las distintas vertientes.

Preocupación por la falta de seguridad o por la sensación de falta de protección. Preocupación por los pocos recursos que tenemos, tanto desde el punto de vista de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, como por la saturación y el desbordamiento a la hora de atender a la población migrante. Preocupación por quien huye de su país por dignidad. Y preocupación, sobre todo, por la oleada de comentarios y expresiones que estoy percibiendo cuando hacemos referencia a esta realidad.

Primero una apreciación puesto que el lenguaje es muy importante, no son indocumentados ni ilegales, son personas en situación irregular. Y segundo, no menos importante, criminalizar a los que llegan no resuelve el problema de la migración sino que incita a la xenofobia y el racismo.

Según datos recogidos por entidades, en los últimos 10 años las personas que huyen en busca de protección internacional han pasado de 38 a 60 millones. Cada día 42.500 se ven obligadas a huir de su lugar de residencia. Y lo que es peor, ninguna de las situaciones o conflictos que han contribuido en parte a la creación de esta crisis humanitaria sin precedentes, ha encontrado solución. Conflictos bélicos, hambre, dictaduras sangrientas, violencia sexual contra miles de mujeres, conflictos de intereses de riquezas, venta de armas y tráfico de personas. ¿ Esto no duele?

Según la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), casi un millón de personas migrantes y refugiadas entraron a Europa desde África y Oriente Medio a través de rutas terrestres o marítimas en 2015. En este mismo año murieron en su intento de llegar a Europa cerca de 4.000 personas de las cuales al menos el 30 por ciento eran menores de edad.

Me niego, por tanto, a formar parte de una sociedad sin escrúpulos que aprovecha cualquier situación para lanzar dardos sin razón que impiden aunar esfuerzos para erradicar y aportar sentido y sensibilidad. Somos protagonistas en primera fila del horror y la vergüenza de las políticas que se están aplicando y nos da igual. Por eso, cambiemos el prisma. Por eso, no puedo más que sumarme y reconocer las aportaciones de la migración al desarrollo económico y social. Por eso, no puedo más que seguir exigiendo la inclusión social para contribuir a erradicar la intolerancia y fomentar la convivencia. Por eso, quiero que exista un protocolo que ofrezca alternativas para el manejo seguro y ordenado de los flujos migratorios. Y por eso, espero que exista mayor cooperación al desarrollo.

Por eso, vivo y espero más humanidad y menos egoísmo propio.

Por eso, sueño.