- Han pasado ciento treinta y siete años desde que un grupo de trabajadores se reuniese en, el céntrico establecimiento de Madrid, “Casa Labra”, aún hoy abierto al público, para fundar el Partido Socialista Obrero Español como herramienta de empoderamiento de las clases más necesitadas de nuestro país.

Desde ese momento la organización ha pasado por periodos de luces y sombras, considerado como un partido bisagra en la República y liderando la nueva etapa democrática en nuestro país desarrollando una transformación social sin precedentes.

Cuando hablamos de PSOE es inevitable no hacerlo de diferentes líderes, así como de las personas que han desarrollado una gran labor dentro del partido. Y es que el PSOE por estatutos, ideología y trayectoria no tiene una vocación personalista, todo lo contrario, debe ser considerada como una herramienta de cambio desde la reflexión interna y de vehículo social de lo que exigen las minorías de España.

Dentro del partido existe un mantra, “siempre que le va mal a España le va mal al PSOE y viceversa¨, hecho que no debe pasar desapercibido en estos momentos de convulsión económica y territorial. La premisa que debe tener cualquiera que en su cartera lleve el carnet de afiliado deberá ser anteponer los intereses de los y las españoles sobre el de las siglas. No me entiendan mal, no hablo de una abstención no motivada o un “NO es NO” sin alternativas, para ello es imprescindible el debate interno, barajar todas las posibilidades y tomar decisiones entre todos mediante las vías orgánicas de las que se dispone.

En una semana se agotará el plazo para presentar una alternativa y así tener la posibilidad de plantear una alternativa de cambio o evitar unas terceras elecciones, sin embargo, Pedro Sánchez lo rechaza a cambio de presentar su candidatura a un congreso interno que podría haber esperado, priorizando mantener su posición orgánica en detrimento de la actividad parlamentaria.

Pedro culpa desde una rueda de prensa las ideas expresadas por otros líderes territoriales pecando de lo que critica y, a su vez, nos da pie a todos los y las militantes que no somos convocados para expresarnos de manera interna a poder hacerlo sobre lo que pasa vía redes o medios de comunicación, pidiendo por mi parte, también, disculpas a los compañeros que no compartan que haga pública mis ideas en este escrito.

Lo que en principio parecía un debate sobre ideas relativas a las posibilidades de gobernabilidad en España ha resultado ser un debate sobre el mantenimiento del poder. Para ello, considero que mi Secretario General deberá salir de su zona de confort y enfrentarse con la realidad, no del propio partido sino de España y los españoles, eso supone marcar una dirección ideológica fija y no haciendo eses coqueteando con derecha e izquierda según vengan los vientos, acuérdense de aquel pacto “progresista y reformista” que perjudicaba aún más a los despedidos con los que ahora vuelven ser de derechas para la dirección del PSOE o los guiños a la siniestra y secesionistas que para colmo, aprovechan el día de ayer para romper los pactos en Extremadura y Castilla La Mancha sin motivo alguno y con el único objetivo de pescar en río revuelto demostrando ser malos compañeros de viaje si no abandonan las quintas de Spreengsteen de Iglesias y adoptan los acordes errejonistas de Coldplay.

No comparto las declaraciones de Pedro Sánchez en las que mantiene que “sólo se debe escuchar una sola voz”. Los golpes de autoridad no deben marcar el rumbo de un partido en el que el debate constante debe tener prioridad, pues la lealtad no consiste en apoyar incondicionalmente a un cargo sino ser coherentes con nuestras responsabilidades e ideología. Sería impensable que personas Alfredo Pérez Rubalcaba, Carme Chacón, José Luis Rodríguez Zapatero, Joaquín Almunia, Felipe González, Javier Solana, entre otros, tengan que callarse de contradecir la opinión o, el personalismo (según se vea) de Pedro Sánchez. Escuchar supone también aprender de los demás y si nos centramos únicamente en los resultados, el actual Secretario General debería ser todo oídos. Primero la gente, después las siglas.