Antonio Gil Mellado

Es sorprendente observar con la facilidad que te pueden llegar recuerdos del pasado Basta con mirar un día al suelo para darte cuenta de lo que puede haber cambiado la vida. De camino a mi casa me di cuenta de los cambios que se producen y el tiempo que pasa uno sin advertir las variaciones. Bastó con que este día mirase al suelo delante de mí, mientras caminaba. En la acera, no había chicles pegados, ni siquiera colillas o cascaras de pipas, ¡no por efecto del viento de estos días, no!  sino por ese cambio; y en seguida pensé: ¿habremos avanzado? ¿es que acaso somos más cívicos?

Es evidente que hemos evolucionado. Cuando yo era niño, recuerdo que uno de los juegos entre distintos barrios consistía en jugar a las guerrillas, que se resolvían con piedras y palos; después, cada uno hacia balance de la contienda a su favor, era normal. También era normal que los participantes exhibieran la señal de alguna pedrada en la cabeza; esa era una marca inequívoca de la hazaña para la posteridad y de su paso por la época, era más frecuente de lo que nos podemos imaginar. Afortunadamente… la vida ya no es así.

Aunque… ya no sé bien que es mejor o peor. Por cierto, se vienen incorporando a nuestra comunidad permanentemente personas que dan testimonio de lo que digo. Me refiero a extranjeros, varones que exhiben con total naturalidad y despreocupación su paso por la adolescencia en sus países de origen; más rurales, más sencillos y sobre todo más naturales, ¡como éramos nosotros antes!, en los que se puede observar la huella de esas contiendas infantiles. En algunos futbolistas se puede constatar mi teoría, y en Marruecos… no te digo.

No quiero con esto decir que los juegos fuesen sólo eso y los niños de la época unos salvajes. Había otros juegos muy divertidos, uno era el rescate, las bolas o canicas, el trompo, el omnipresente fútbol y muchos otros más. Algunos de ellos precisaban de un suelo de tierra donde hacer una raya o hacer un hoyo. Cuando llegabas a tu casa tu madre apenas te reconocía y recuerdo que dormías como un lirón.

Hoy día es diferente, no hay piedras por las calles, ni palos, ni siquiera tierra, con lo que tampoco hay juego de bandas. Hoy estarían muy mal vistos. La sociedad ha evolucionado, es evidente, pero… ¿merece la pena? En algunos aspectos creo que no, porque la gente hoy se relaciona con los móviles, hay aceras de mármol o de otros materiales pulidos y resbaladizos, por cierto, donde las personas tienen mucho miedo de andar por ellas; no hay tierra que pisar, parques y jardines con letreros que dicen PROHIBIDO PASAR.

Hoy todo es muy distinto, y más en estos últimos años donde nos ha tocado vivir de todo: una crisis económica, una pandemia, una invasión, la erupción de un volcán, y por si faltaba algo la guerra de Ucrania que nos afecta a todo el mundo. Vamos…, de récord.  El mundo parece haber colapsado, el drama del paro en los jóvenes, el problema de la inmigración, las energías, la carestía de vida etc. Notamos la bajada de la perspectiva de vida de los españoles como consecuencia de todos los problemas que estamos viviendo asociados a esta poliédrica crisis.

En fin, si a alguien le sirve de consuelo, a nuestras mascotas las protegemos, las alimentamos, las sacamos a pasear y le limpiamos las inmundicias. Éstas llevan una vida regalada y proliferan, casi, descontroladamente. Perros y gatos son nuestros amigos.