Think Tank Hispania 1188

Muchos se han estado preguntando sobre la ideología del Think Tank, otros han asumido un rol para nosotros, y hay incluso quienes han hecho un derroche de idiocia asumiendo que 1188 era un símbolo nazi, haciendo gala de un generoso dispendio de incultura sin cotejar siquiera que es la fecha de la creación del primer parlamento conocido en Europa. El de las Cortes de León. No somos nazis porque no somos socialistas. Algo no exento de cierta previsión en la ciudad catarata apoltronada en las subvenciones, de mendrugo y cuscús free con alioli que hemos soportado construir.

En España el concepto de la libertad es desconocido y la mayoría de las personas que cohabitan en el solar patrio carecen de recursos cognitivos para entender qué es la libertad, al coexistir en torno a un contexto donde la rivalidad política es generalmente aceptada como la pelea entre quién tiene derecho a controlar la vida de quién, centrando el debate en el sujeto de la acción y no en cuestionar la acción en sí

Nuestras ideas son difusas en la claridad, y claras en su difusión. Son las ideas de la libertad, concepto que lleva inherente el ejercicio de ese mismo precepto y que, por ende, puede hacer que artículos bajo nuestro sello puedan parecer incongruentes, o incluso contradictorios en una mirada superficial. Una mirada más profunda puede esclarecer este hecho y posicionarnos claramente en el espectro conservador libertario. Realmente libertario. El conservadurismo es una decisión personal dentro del ejercicio de la libertad. Es normal que no nos entiendan. Esto recuerda a esas tribus que describen aviones como “un gran pájaro”, sencillamente porque carecen de procedimientos experimentales para catalogarlos de otra manera. En su impronta, y observándolo desde un prisma platónico, carecen de la experiencia y conocimiento para desligarlo de los conceptos conocidos. En España el concepto de la libertad es desconocido y la mayoría de las personas que cohabitan en el solar patrio carecen de recursos cognitivos para entender qué es la libertad, al coexistir en torno a un contexto donde la rivalidad política es generalmente aceptada como la pelea entre quién tiene derecho a controlar la vida de quién, centrando el debate en el sujeto de la acción y no en cuestionar la acción en sí. Lo cual resulta ampliamente paradójico, en tanto que la escuela austríaca es considerada el alma mater de la libertad, cuando no es sino una evolución de la escuela de Salamanca, que tenía a los mejores expertos del mundo en económicas y matemáticas. Tal era el calibre de sus secretos, que su mera difusión conllevaba la pena de muerte.

Nuestra ideología se fundamenta en tres derechos fundamentales, equitativos y equidistantes, supremos, inmutables y que constituyen una génesis en la ramificación que puede derivarse de sus garantías procedimentales. El derecho a la vida, el derecho a la propiedad, y el derecho a la libertad. Frente a los modelos rígidos y extensos de regulación propios de los herederos del derecho latino, el cual es admirable pero anacrónico, creemos en su contraposición de regular lo mínimo. Esto se ha hecho más fehaciente a partir de la revolución francesa. Con componentes muy positivos en favor de la libertad, pero lejos de ser ese paradigma de libertad que promulga. No podía ser de otra manera sustentándose en los principios de “contrato social” (antes llamado envidia, pecado capital), del padre de los totalitarismos: Rousseau. Desde que este filósofo totalitarista y padre de las dictaduras europeas convirtiera la envidia en “contrato social”, los eufemismos han proliferado en la política como bien dejara claro Orwell en su obra 1984, en lo que ha sido una carrera por llenar de nata a un excremento para llamarle pastel. No, señores estatistas. Un excremento con nata sigue siendo un excremento, no es una tarta.

Estamos en contra de la sobrealimentación del estado. De que el eje de la política se construya con la palabra “igualdad” como base, algo que ya hemos visto que no es sino una fuente, precisamente, de desigualdad. Con la igualdad como premisa, se ha construido una ley de “igualdad” que es una flagrante oda a la desigualdad entre sexos

De que la libertad era la única vía productiva se dio cuenta hasta Lenin, que llegó a decir en el X Congreso de 1921 “hemos avanzado demasiado en la nacionalización del comercio y de la industria, en el bloqueo de los intercambios locales. ¿Era un error? Cierto. Podemos admitir en cierta medida el libre intercambio local, sin destruir el poder político del proletariado si no, al contrario, consolidándolo. El campesino puede y debe trabajar con celo en su propio interés puesto que ya no se le pedirán todos sus excedentes sino solamente un impuesto, que es necesario fijar cuanto antes de antemano. Lo fundamental es que el pequeño campesino esté estimulado, impulsado, incitado.” Estamos en contra de la sobrealimentación del estado. De que el eje de la política se construya con la palabra “igualdad” como base, algo que ya hemos visto que no es sino una fuente, precisamente, de desigualdad. Con la igualdad como premisa, se ha construido una ley de “igualdad” que es una flagrante oda a la desigualdad entre sexos. En regímenes totalitarios como el venezolano, la igualdad se ha logrado a base de empobrecer a todo el mundo (bueno, a casi todo…). No hay que ser un genio para entender que solo hay una forma de crear una sociedad igualitaria entre un partido de futbol de Messi contra mi persona. O yo juego tan bien como él, o él es forzado a jugar tan mal como yo. En definitiva, cada canto a la igualdad es el ejercicio de la desigualdad misma. Es la igualdad mediante la ley, y no ante la ley, lo cual requiere una estructura destinada a la ingeniería social que debe ser financiada de forma brutal y coactiva. Es acabar con quien destaca. Es una sociedad capada de prohombres.

Somos meritocráticos. Competitivos y solidarios. La solidaridad solo se puede hacer con medios propios, no se puede hacer “solidaridad” con bienes ajenos extraídos por métodos coactivos, basados en mentiras que solo demuestran que quien miente solo quiere ayudarse a sí mismo. Es el ejercicio de la codicia, de querer vender el producto de que es justo quedarse dinero ajeno para distribuir una parte queriendo vender ese acto de equiparar lo ajeno como un acto de justicia, y considerar, sin embargo, un acto de codicia el conservar lo propio.

Muchos podrían decir que nuestra escuela es la escuela austríaca. Y estarían en gran medida en lo cierto. Bebemos en nuestra mayoría de Hayek, Von Mises, Kirzner… Creemos en la libertad ante todo y la economía no es sino una rama más de toda su extensión, otro fenómeno social más, y como tal, su resultado es fruto del ejercicio del deseo individual que, para nosotros, tiene carácter supremo, siendo el carácter máximo de descentralización y siendo la expresión democrática más pura. Cualquier vía opuesta debe ser por antonomasia coactiva y por ende tendente a la brutalidad. No obstante, nosotros preferimos parafrasear a Rothbard quien ya adelantó que la escuela austríaca no era sino la evolución de la “ciencia económica” de la verdadera escuela de Salamanca, quienes sentaron las bases de la propia economía científica moderna, demostrando una vez más la grandeza de uno de los pilares inherentes a nuestro Think Tank. El hispanismo.

Como ya afirmó Thomas Sowell, la primera lección de la economía es la escasez. Nunca hay suficiente de aquello para satisfacer plenamente a todos los que lo desean. La primera lección de la política es ignorar por completo la primera lección de la economía.