Juan Manuel Verdugo Muñoz

Ver al Partido Popular por debajo de los 100 diputados y a su directo competidor en el entorno de los 90 diputados constituye una novedad indiscutible en nuestro panorama político

Asistimos en estos momentos a una avanzadilla de encuestas que anuncia la incorporación de manera sólida de uno de los nuevos actores de la política española como es Ciudadanos, y el resultado de esas encuestas afecta fundamentalmente al reparto de poder político en el ámbito de la derecha sociológica y política.

Ver al Partido Popular por debajo de los 100 diputados y a su directo competidor en el entorno de los 90 diputados constituye una novedad indiscutible en nuestro panorama político desde que el Partido Popular de Fraga y Aznar se consolidara en las elecciones generales de 1989 como la fuerza política que iniciaba el proceso de aglutinamiento de las distintas sensibilidades de la derecha sociológica de nuestro país. Dicho proyecto político incluía a conservadores, liberales y democristianos de manera sólida y coyunturalmente en el ámbito de la competencia electoral a partidarios más extremos de la derecha política por ausencia de formaciones políticas suficientemente representativas al respecto.

Históricamente la derecha política en nuestro país estuvo fragmentada, aunque a día de hoy consideremos o asumamos popularmente que la derecha siempre vota unida. Ya en la Restauración, los conservadores de Cánovas y los liberales de Sagasta se vinieron turnando de manera ordenada en el poder. Durante la Segunda República fueron varios los movimientos asociados con la derecha política que se agrupaban en torno a cedistas, monárquicos, republicanos o falangistas y sólo las elecciones de 1933 o el levantamiento militar de 1936 sirvió de elemento aglutinador de las distintas facciones políticas.

Ni que decir tiene que la dictadura de Franco eliminó por razones obvias divergencias en torno al conservadurismo político por medio de la creación de un partido único del que se irían desgajando poco a poco elementos vinculados a posiciones monárquicas, democristianas o liberales.

Muerto el dictador, esas distintas sensibilidades de la derecha patria se articulan a través de distintas formaciones políticas con el objetivo de heredar parte del patrimonio político del régimen, de cara a un proceso de apertura democrática, con mayor o menor éxito político.

Desde la refundación de Alianza Popular a través del Partido Popular esa hegemonía política aglutinando las distintas familias que componen la derecha en España nunca se había visto afectada hasta que en 2014 surge Ciudadanos

Por una parte nos encontramos con la Federación de Partidos de Alianza Popular que en las primeras elecciones de 1977 alcanzaría 16 escaños o la democracia cristiana de Joaquín Ruiz Giménez con nulo éxito o posteriormente en 1979 con la Coalición Democrática de Fraga que alcanza 10 diputados o la ultraderecha Unidad Nacional de Blas Piñar que alcanza un diputado, suponiendo el mayor éxito de dicha corriente política en cuarenta años de democracia.

Frente a ellos el proyecto que aglutinaba con éxito ese tránsito político de la derecha hacia posiciones más centradas se articula a través de la Unión de Centro Democrático liderada por un Secretario General del Movimiento como Adolfo Suarez que alcanza sendas mayorías políticas con 165 y 168 diputados en las elecciones de 1977 y 1979 respectivamente, gracias en parte a un sistema electoral destinado a reforzar las mayorías parlamentarias.

las bases ya estaban sentadas de antemano en el Congreso de Valencia celebrado por el Partido Popular en 2008 donde el actual Presidente del Gobierno proclamó a los cuatro vientos que aquellos que se sintieran liberales o conservadores ya podían irse al Partido Liberal o al Partido Conservador en alusión directa a Esperanza Aguirre. Se abría la primera grieta. La unidad persistía porque la coyuntura política lo permitía.

Las elecciones de 1982 y el triunfo aplastante del Partido Socialista anuncia y certifica la travesía por el desierto de la derecha española, y por ello el gran éxito de la refundada Alianza Popular a través del Partido Popular es la unidad política del centro derecha y derecha en torno al mismo, una vez que José María Aznar alcanza el poder político en 1996.

Desde entonces esa hegemonía política aglutinando las distintas familias que componen la derecha en España nunca se había visto afectada hasta que en 2014 surge Ciudadanos ya de manera nítida en el panorama político con un resultado notable en las elecciones europeas.

Probablemente las bases ya estaban sentadas de antemano en el Congreso de Valencia celebrado por el Partido Popular en 2008 donde el actual Presidente del Gobierno proclamó a los cuatro vientos que aquellos que se sintieran liberales o conservadores ya podían irse al Partido Liberal o al Partido Conservador en alusión directa a Esperanza Aguirre. Se abría la primera grieta. La unidad persistía porque la coyuntura política lo permitía.

Las claves de la fractura en la derecha son la corrupción sistémica del PP, su parte de responsabilidad en la crisis de Cataluña (Estatut e inacción) y la continuidad de la crisis económica

Pero la realidad cambia, una enorme crisis económica e institucional sirve de semillero para asistir al cambio profundo que parece atisbarse en el horizonte político español.

Las claves para que esta enorme fractura política asome en el horizonte de la derecha son tres:

En primer lugar, una enorme crisis de identidad política debida a la corrupción sistémica del Partido Popular que alcanza a un elevado número de cargos de la formación  por toda la geografía española y que va calando en el electorado de manera paulatina.

En segundo lugar, una enorme crisis institucional y de país en torno a Cataluña, donde más allá de la responsabilidad principal de la afrenta separatista que corresponde al movimiento independentista en su doble dimensión de sociedad civil y política, se percibe una cierta corresponsabilidad del Partido Popular por actuaciones pasadas en torno al Estatut y del propio Gobierno por inacción ante los continuos desafíos que nos llevaron hasta el actual momento de aplicación del artículo 155 de la Constitución.

Y En tercer lugar, la pérdida de uno de los mayores activos para el Partido Popular como era la economía. La inmensa mayoría de ciudadanos no percibe la superación de la crisis económica por cuanto la inmensa mayoría de ciudadanos vive con menor poder adquisitivo que con anterioridad a la crisis. Pensionistas y funcionarios asisten a una continua pérdida de ese poder adquisitivo y los empleados del sector privado además sufren una precariedad permanente. Tales sectores suponen la mayor bolsa de votos en cualquier competición electoral. El hecho que puedan haberse incorporado un millón de trabajadores al mercado laboral de forma precaria no obsta para que otros 30 millones vivan peor que antes.

Ciudadanos advirtió toda esta situación y hace justo un año en su Congreso se proclamó y abrazó el ideario liberal. Albert Rivera abandonaba los postulados de la socialdemocracia como ideología caduca y hoy se pasea orgulloso de ser liberal por todo foro al que asiste.

Ciudadanos advirtió toda esta situación y hace justo un año en su Congreso se proclamó y abrazó el ideario liberal. Albert Rivera abandonaba los postulados de la socialdemocracia como ideología caduca y hoy se pasea orgulloso de ser liberal por todo foro al que asiste. Es evidente que Ciudadanos había puesto el ojo en el electorado del Partido Popular a sabiendas que poco más podía crecer a su izquierda.

Cuidado, que son los liberales de los que hablaba Rajoy en 2008. Quedan los conservadores y ahí VOX está dispuesto a aparecer en las elecciones europeas de 2019 con un representante en el Parlamento Europeo. En 2014 se quedó a 50.000 votos de alcanzar el eurodiputado con una cosecha de más de 240.000 votos. Sería el Waterloo del Partido Popular y la penúltima recomposición y fragmentación ideológica de la derecha española.