- “El hombre no es otra cosa sino lo que la educación hace de él”. Immanuel Kant.

Los integrantes del 15M ceutí mantuvimos un interesante y amplio diálogo sobre la educación en Ceuta. Se trataba, entre cosas, de discutir sobre nuestro apoyo a la convocatoria de huelga en el sector educativo que va a celebrarse el próximo martes, 22 de mayo. Las razones de este paro en la enseñanza fueron expuestas por algunos entusiastas y comprometidos miembros de la comunidad educativa de Ceuta que han decidido sumarse al movimiento 15M.

Según expusieron, los recortes en gastos de personal y la supresión de programas experimentales, junto con las reformas educativas anunciadas por el gobierno, van a tener una incidencia muy negativa en la maltrecha educación ceutí. Como se ha dado a conocer hoy mismo (19/05/2012), Ceuta vuelve a encabezar el listado de los territorios con mayores índices de fracaso escolar y abandono prematuro de los estudios obligatorios.

Ante este penoso panorama no parece lógico ni sensato reducir los medios materiales y humanos para reconducir unos resultados educativos que, de no corregirse, anuncian un futuro no demasiado halagüeño para nuestra ciudad. Dicho esto, alguno de los presentes en el debate quisimos ampliar el marco de discusión planteando una crítica al sistema educativo vigente en España. Se trataba de dilucidar si el actual modelo de educación fomenta la democracia o, por el contrario, sirve para perpetuar un sistema socioeconómico injusto, insostenible y deshumanizado.

Para los más críticos entre los intervinientes en el debate sobre la educación en Ceuta, la enseñanza tal y como se practica en nuestro país, y en general en la mayor parte de los países de nuestro entorno, es en realidad un instrumento perfecto de absolutismo político, cuya aceptación general, según expuso Lewis Mumford, es “fatal para el ejercicio de un juicio independiente, el disenso crítico o el pensamiento creativo”.

Lamentablemente, nuestras aulas, en vez de formar a ciudadanos plenos, conscientes de sus responsabilidades cívicas y críticos con la realidad que les ha tocado vivir, matan cualquier tipo de iniciativa personal y contribuyen a la formación de hombres y mujeres atávicos, competitivos, individualistas, conformistas, consumistas y acríticos. Justo el tipo de ser humano que interesa para el mantenimiento del vigente modelo económico que nos ha llevado a la actual crisis sistémica.

El movimiento 15M es plenamente consciente de que la democracia política no será posible si no va acompañada de una democracia económica y educativa. Si la democracia pudo surgir en Grecia hace 2.500 años fue porque supieron unir la cultura espiritual y la moral. Según Werner Jaeger, uno de los más reputados conocedores de la educación o paideia griega, “las cosas humanas a que dirigía su atención culminaban siempre, para los griegos, en el bien del conjunto social, del que dependía la vida del individuo”.

Para Sócrates, el verdadero educador tiene que ejercer como un médico de almas para quien el saber es el “alimento del espíritu” y que se preocupa ante todo de conocer qué será provechoso para éste y qué será perjudicial. Por tanto, se trata de una educación que antepone la sabiduría al conocimiento y lo práctico o utilitario al fomento de las virtudes cardinales del ser humano: piedad, justicia, valentía y moderación.

Esta visión de la educación que representa la enseñanza de Sócrates se vio, ya por aquel entonces, enfrentada a la escuela de los Sofistas. Este tipo de educación, que se ha convertido en la habitual de todos los tiempos y lugares, embute en el espíritu humano, al buen tuntún, toda clase de conocimientos. Tal y como comenta Werner Jaeger, “el movimiento sofista había surgido de la necesidad de dar una cultura superior a la alta capa gobernante y de la elevada valoración de los méritos de la inteligencia humana. La finalidad práctica de los sofistas, la formación de hombres de estado y dirigentes de la vida pública, había favorecido esta nueva orientación en una época como aquélla, preocupada fundamentalmente por el éxito”. Ni que decir tiene que la tendencia marcada por el sofismo es la que se impuesto en la cultura occidental, siendo desde su dominio un freno insalvable para el pleno desarrollo de la democracia.

La democracia presupone un alto nivel de cultura y sabiduría moral. Esto sugiere la idea de hacer de la educación el punto de Arquímedes en el que es necesario apoyarse para mover el mundo político. Este aspecto ha sido recientemente analizado, de manera brillante, por Antoni Brey, Daniel Innerarity y Gonçal Mayos, en el libro que lleva por título “la sociedad de la ignorancia y otros ensayos”. Nosotros en lo que quisiéramos incidir es en la vertiente ética de la educación, lo que nos lleva a reclamar un nuevo modelo educativo que se preocupe de formar a ciudadanos sabios y responsables de sí mismo y del bien de la sociedad en su conjunto. Para hacerlo posible necesitamos un educador comprometido que, siguiendo la doctrina socrática, se dedique a persuadir “a los jóvenes y sus viejos de que no se preocupen tanto ni en primer término por su cuerpo y por su fortuna como por la perfección del alma” (extraído de la Apología de Platón).

Somos plenamente conscientes de que una escuela como la descrita con anterioridad no entra en los planes ni de la izquierda, ni de la derecha ni del centro político de nuestro país. Está situada en un plano que se ha empezado a explorar en algunos sectores de la pedagogía en España, de la mano de uno de nuestros más célebres filósofos: Emilio Lledó. Parte de sus planteamientos en materia educativa están recogidos en su obra “ser quien eres. Ensayos para una educación democrática” (2009), un auténtico alegato a favor de la revitalización de la Paideía y el diálogo, además de constituir una sugestiva reivindicación de la memoria. En este libro podrán encontrar la descripción de los principios que pueden conducir a una educación democrática basada en la promoción de la inteligencia y en el aliento de la libertad.

Para concluir, y respecto a la huelga del próximo martes, tengo que manifestar que mi visión de la educación, -como ha quedado patente a lo largo de este escrito-, está bastante alejada del modelo imperante en nuestro país. Con esta escuela y con esta universidad va a ser difícil construir una sociedad verdaderamente democrática. Por ello debemos exigir un cambio radical en el paradigma educativo y la ciudadanía tiene que ser el motor que impulse esta revolución en el sector de la educación. No obstante, sería contraproducente caer en una especie de adanismo irresponsable que desecha todo lo anterior simplemente porque no se ajusta a mi concepto de la educación. Ninguna persona o colectivo con cierto grado de sensatez tiraría abajo todo lo construido y desecharía los medios humanos y materiales disponibles. Lo inteligente es emprender acciones inmediatas con los agentes a nuestro alcance, tomando posición de las estructuras existentes y utilizándolas para los nuevos propósitos educativos.

Es por este motivo por lo que me opongo al desmantelamiento de la educación pública. Aunque no me guste el funcionamiento del edificio educativo, pienso que su estructura es indispensable para la construcción de la educación democrática a la que aspiró y considerado debe reclamar el movimiento 15M.