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Esteban Sánchez Rivas, capitán psicólogo del Cuerpo Militar de Sanidad

¿Existe la resistencia psicológica? Bien, vamos por partes, empezamos definiendo que quiere decir esta expresión. Últimamente se viene hablando mucho de personalidad resistente o de resiliencia, esto no sería más que el resultado que puede darse en determinadas personas (que no en todas) después de un afrontamiento adaptativo o efectivo, de un manejo psicológico adecuado frente a un estresor (en nuestro caso la pandemia de coronavirus) que desborda las capacidades del sujeto.

El concepto de “resiliencia” procede de la palabra latina “resilio” (Kotliarenco, Cáceres y Fontecilla, 1997), que significa volver atrás o rebotar. Se trata de un concepto utilizado desde la física para hacer referencia a la capacidad de un material para recobrar su forma original o su resistencia a un golpe, choque o percusión, sin que se haya producido ninguna deformación en el material inicial. La expresión personalidad resistente o resiliente es compleja, el concepto fue adaptado a las ciencias sociales para hacer referencia a la resistencia al sufrimiento y a la capacidad de salir fortalecido de dichas experiencias estresoras o traumáticas. La personalidad se configura de forma más compleja. La visión desde la física nos sirve como metáfora, pero sólo eso, una metáfora. La resistencia de un material no podemos equipararla en todo caso al complejo concepto de personalidad.

Sí que podemos hablar de que determinadas personas (que no todas) pueden salir fortalecidas después de una experiencia de sufrimiento o traumática, pero en otras, puede generar problemas de salud mental ya sean leves o graves.

La resiliencia se adquiere, en algunos casos, después de manejar un determinado estresor, y cuando se da, acontece después de pasado un cierto tiempo, después de haber afrontado de forma efectiva dicha situación estresante.

Por ello frente al concepto de resiliencia, lo que nos interesa es centrarnos en las estrategias que podemos realizar para manejar al estresor, es decir poner en acción nuestra capacidad de afrontamiento.

¿Cómo podemos manejar esa situación estresante para que me afecte lo menos posible en mi salud mental y poder desarrollar un comportamiento adaptativo ante una situación que requiere un cambio en el sujeto (la nueva normalidad de la que hablan los medios de comunicación)?

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Un estresor no es más que un evento vital externo que sobrepasa la capacidad de respuesta del individuo, desbordando las demandas para hacer frente al evento, en definitiva, para manejarlo.

Actualmente nuestro estresor principal es el virus del Coronavirus. Una pandemia que nos desborda, que nos hace cambiar nuestros hábitos normales de vida, que desequilibra al individuo y a la sociedad en su conjunto. Ante este estresor aparecen una serie de respuestas en el individuo, que pueden ser adaptativas o no. No solamente tenemos el problema de pensar en ser contagiados, sino también los problemas asociados que conlleva, como el confinamiento, los problemas políticos o los problemas financieros que se acrecientan día a día.

La respuesta del individuo en estas situaciones es una respuesta normal ante una situación anormal, pudiendo aparecer problemas emocionales, tristeza, soledad, pérdida, rabia, ansiedad, negación, sensación de vulnerabilidad, etc. Dichas emociones “normales” pueden acontecer de forma aislada o juntas y pueden variar en función de la duración de la situación de la pandemia.

La respuesta ante un estresor la vemos en la teoría de Selye, este autor nos habla acerca de una serie de etapas que suceden en respuesta a una situación estresante. En un primer momento plantea una etapa de reacción de alarma (coincide con el estado actual de la pandemia curiosamente) ésta es la reacción inicial del individuo frente a la amenaza, le sigue una etapa de resistencia, donde el individuo se va adaptando a los efectos del agente estresante. Esta fase supone cambios en el individuo para hacer frente a la situación estresante (en nuestro caso la pandemia) y por último una etapa de agotamiento, donde ante un estresor severo y prolongado el individuo pierde la capacidad de adaptación por la durabilidad y cronificación del estresor que superan las capacidades del individuo para hacerlo frente. Estas fases no son lineales, es decir pasamos por la fase de alarma, luego pasamos a la fase de resistencia, donde se desarrollan las capacidades de afrontamiento del individuo para hacer frente a las exigencias del estresor y no tiene porque llegarse necesariamente a la etapa de agotamiento.

En la etapa de resistencia es donde se tiene que abordar el afrontamiento del estresor. Si el afrontamiento es efectivo reducimos la capacidad del estresor para desbordarnos y se produce un afrontamiento adaptativo del sujeto. En el caso de que el afrontamiento no sea efectivo se produce un desbordamiento del sujeto que puede dar lugar a problemas de salud mental.

Desde la perspectiva de salud mental, una pandemia implica una perturbación psicosocial que puede exceder la capacidad de manejo de la población afectada. Se estima un incremento de la incidencia de que entre una tercera parte o la mitad de la población expuesta podrá sufrir alguna manifestación psicopatológica, de acuerdo con la magnitud del estresor y el grado de vulnerabilidad del sujeto. Los efectos en salud mental generalmente son más marcados en poblaciones que viven en condiciones precarias, poseyendo escasos recursos y aquellos que tienen acceso limitado a los servicios sociales y de salud.

Los trastornos más frecuentes cuando la situación estresante es temporal son la tristeza, el miedo generalizado, episodios ansiosos y reacciones de estrés agudo. Si la situación es más prolongada se producen unos trastornos más duraderos como depresión, ansiedad, trastorno de adaptación, manifestaciones de estrés postraumático, abuso de alcohol u otras sustancias adictivas y trastornos psicosomáticos.

Ante una situación muy significativa emocionalmente –como padecer una enfermedad grave y/o muerte de seres queridos –ciertos sentimientos y reacciones son frecuentes. El recuerdo de lo sucedido será parte de la vida de las víctimas y no se borrará de su memoria. Después de la muerte de uno o varios seres queridos se puede presentar tristeza, angustia, miedo, ira, sufrimiento y aflicción. El período de duelo es aquel en que la persona asimila lo sucedido, lo entiende, supera, lo integra y reconstruye su vida. Este es un proceso normal, el mismo no debe apresurarse ni tratar de eliminarlos, tampoco debe ser considerado una enfermedad.

¿Y para que nos sirve a nosotros esto en la vida diaria y en relación a la pandemia del coronavirus? Pues nos sirve para manejar esta situación estresante, que nos viene dada e impuesta, pudiendo en lo posible no desbordarnos y conseguir manejar la situación de la mejor manera posible, logrando un afrontamiento efectivo y adaptativo.

"Algunas estrategias como, planificación de la solución de problemas y la reevaluación positiva, suelen asociarse a resultados positivos. Otras como el distanciamiento y la confrontación, según la estrategia utilizada, puede dar resultados negativos"

El afrontamiento lo abordamos desde la psicología dependiendo de lo que nosotros podemos hacer para afrontar el estresor que nos desborda. Si podemos manejar el estresor establecemos unas estrategias focalizadas en el problema. Si no podemos hacer nada para manejar el estresor tendremos que establecer unas estrategias focalizadas en la emoción. Lo ideal, aunque no siempre es posible, es mezclar ambas, de forma que podamos tener estrategias centradas en el problema y estrategias centradas en la emoción.

Según Lazarus, en el afrontamiento focalizado en el problema, tratamos de cambiar la relación ambiente-persona actuando sobre el ambiente o sobre sí mismo; tratando de manejar o alterar la fuente generadora de estrés y en el caso del afrontamiento focalizado en la emoción, lo que se trata de cambiar es el modo en que se aborda (vigilancia, evitación) o se interpreta (negación, reevaluación) lo que está ocurriendo para mitigar el estrés; se trata de regular la respuesta emocional del estrés y de cambiar el significado relacional de lo que está ocurriendo.

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Los autores, Lazarus y Folkman, distinguen ocho formas de afrontamiento, unas centradas en el problema y otras centradas en la emoción, siendo unas estrategias más adaptativas que otras.

A) Estrategias centradas en el problema:

1. Confrontación: Acciones directas dirigidas hacia la situación; por ejemplo, expresar ira ante el problema, tratar de cambiar la situación mediante situaciones violentas, no acatando las normas sanitarias, pero también ayudando a las personas mayores a realizar la compra, cuidar nuestra salud y la de nuestra familia, acatar las medidas sanitarias que realicen las autoridades sanitarias, si somos sanitarios esmerarnos en nuestro trabajo y en cuidado de los demás, tener un compromiso individual y si se quiere también social (por ejemplo haciendo mascarillas). Cada uno debe definir qué nivel de compromiso define y acepta. Unas estrategias son más adaptativas que otras como podemos comprobar.

2. Búsqueda de apoyo social. Es pedir ayuda o consejo a alguien, hablar del problema con otras personas, recurrir a un familiar u otro allegado. Si estamos confinados mantener comunicación con nuestros familiares vía telefónica o por videollamada.

3. Planificación de solución de problemas. Es establecer un plan de acción y seguirlo. Cambiar algo para que las cosas mejoren; por ejemplo, si tengo problemas laborales porque tengo un ERTE, o si tengo un negocio que va mal, tengo ahora tiempo para abordar, pensar y planificar nuevas formas de negocio o reconceptualizar aquello que quiero modificar u organizar de otra manera. Elaborar planes no es pensar acerca del problema sino organizarlo de otra manera, ver otras posibilidades, pedir consejo también a los familiares cercanos, si confiamos en su criterio.

B) Estrategias centradas en la emoción:

  • 4. Autocontrol. Se trata de procurar no precipitarse, de controlar el propio comportamiento; por ejemplo, guardando la calma, no alarmando a los más pequeños, siendo responsables, ahora más que antes de la pandemia. Aceptar también las emociones negativas. En la vida acontecen situaciones agradables pero también situaciones desagradables que inevitablemente deben ser vividas y forman parte de ella.
  • 5. Distanciamiento. Consiste en olvidarse del problema, no tomarlo en serio, comportarse como si nada hubiera ocurrido; este planteamiento de olvidarse no es muy adaptativo, pero en ocasiones también conviene ponerlo en práctica. Frente al continuo informativo de la pandemia en los medios de comunicación, esto nos puede desbordar, hemos de tomar cierta distancia, identificar cuáles son las fuentes de información veraces, tener espíritu crítico, no hacer caso de los bulos, ni de informaciones acerca de teorías conspiratorias, que lo único que hace es entorpecer, no aportando nada, generando aún más preocupación. Hemos también de tomar cierto distanciamiento, para poder descansar, para renovar fuerzas, generar también nuevas rutinas o tareas, que antes no hemos podido realizar, porque no teníamos el tiempo suficiente, o porque no, adquirir alguna nueva afición o retomar alguna anterior.
  • 6. Reevaluación positiva. Se basa en el hecho de que la experiencia enseña, de que hay gente buena, de creer en los sentimientos y en la fortaleza del ser humano. De todo se aprende y esta situación también sirve para darnos cuenta de cosas que antes nos pasaban por alto o no le prestábamos la suficiente importancia.
  • 7. Aceptación de la responsabilidad. Es disculparse, criticarse a sí mismo, y reconocerse como causa de un problema. Aceptar la responsabilidad es también plantearse que somos parte de esta sociedad que nos ha tocado vivir y como tal hemos de ser responsables para que juntos podamos salir de esta situación y quizás a la larga, porque no, adquirir cierta resiliencia.
  • 8. Escape-evitación. Es la huida, evitar el contacto, darse al alcohol, esperar a que ocurra un milagro, etc. Esta estrategia de afrontamiento crea más problemas que soluciones, no nos sirve para realizar un afrontamiento efectivo.

La ansiedad y la depresión se han relacionado positivamente con el uso de estrategias focalizadas en la emoción, y negativamente con el uso de estrategias focalizadas en el problema.

"La sensación de vulnerabilidad es real, podemos sentir en determinados momentos tristeza, rabia, sensación de agobio, sensación de ansiedad creyendo que estamos contagiados con el virus, todo ello son reacciones normales ante una situación anormal, nueva"

Algunas estrategias como, planificación de la solución de problemas y la reevaluación positiva, suelen asociarse a resultados positivos. Otras como el distanciamiento y la confrontación, según la estrategia utilizada, puede dar resultados negativos. Las restantes estrategias, aportan datos menos discriminativos, tal vez porque varían más en función de las demandas contextuales

En definitiva, es el afrontamiento efectivo o el manejo psicológico adecuado de la situación estresante lo que hará que salgamos fortalecidos de la situación pandémica, dando lugar a la superación de forma adaptativa a esta nueva situación o por el contrario un manejo inadecuado o un afrontamiento no efectivo que podría conllevar determinados problemas psicológicos o de salud mental.

La sensación de vulnerabilidad es real, podemos sentir en determinados momentos tristeza, rabia, sensación de agobio, sensación de ansiedad creyendo que estamos contagiados con el virus, todo ello son reacciones normales ante una situación anormal, nueva. Nuestro objetivo es en todo caso manejarnos de forma efectiva y hacer un afrontamiento adecuado. El afrontamiento efectivo no es más que la adaptación a esta nueva situación, la pandemia de coronavirus, de la mejor manera posible, minimizando los riesgos de salud mental. En ello estamos todos implicados como ciudadanos de la sociedad a la que pertenecemos.