Ramón Rodríguez Casaubón

Desde el comienzo de la humanidad han existido migrantes, no es nada nuevo. Es un fenómeno natural y vital en la naturaleza y más aún en las sociedades humanas. No concluirá jamás e irá en aumento en los próximos años al menos. Es una expresión valiente y decidida de la determinación individual en pos de mejorar individual y colectivamente, superar la adversidad, vencer al temor y buscar una vida mejor.

    La importancia y relevancia de estas actuaciones tan humanas se ponen de manifiesto en las publicaciones anuales que la estudian, la intentan comprender, en su justa medida, y presentar soluciones.

    Vivimos una época en la que el nacimiento y crecimiento de partidos políticos claramente xenófobos potencian discursos explosivos de fuerte confrontación sustentados en la mentira. Si a esto unimos las frecuentes distorsiones negativas en los debates sobre la migración y los migrantes, se crea un monstruo que envenena la convivencia y ensucia la humanidad. Es importante reflexionar acerca de las contribuciones de los migrantes tanto a sus comunidades de origen como a las de destino. Y en contadas ocasiones se nos muestra esta visión. Habitualmente se esconden o minimizan en el mejor de los casos a la par que se propagan relatos disruptivos y de desinformación sobre los migrantes. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en su Informe sobre las Migraciones en el Mundo 2020: “Las investigaciones y los análisis recientes indican que algunas formas de tecnología están repercutiendo en nuestras interacciones políticas, sociales y mediáticas, y que está aumentando la urgencia de establecer una gobernanza que regule las formas más nuevas de tecnología y el modo en que están modelando los procesos democráticos”. 

    En un mundo ideal no habría sido necesario tratar este tema, pero desgraciadamente nuestra realidad es más cercana a la obra de Aldous Huxley “Un mundo feliz” (“Brave New World”). Se pretende conseguir que todos seamos ciudadanos epsilón. “Una persona que piensa diferente siempre estará condenada a la soledad”.

    El Informe sobre las Migraciones en el Mundo 2020 es revelador y entre otras cosas hace hincapié en los niños y la migración insegura. El título de dicha hoja informativa ya es terriblemente significativo. La infancia migra y debe ser doblemente protegida, por los derechos humanos y los derechos de los niños y niñas. No son MENAs, no cosifiquemos, son niños y niñas.

    La mayor parte de las personas que migran lo hacen por motivos relacionados con el trabajo, la familia o los estudios, en procesos migratorios que, en su mayor parte, no son fuentes de problemas ni para los migrantes ni para países que los acogen. Sin embargo, otras personas abandonan sus hogares y sus países por una serie de razones imperiosas y a veces trágicas, por ejemplo, por conflictos, persecuciones o desastres. Si bien es cierto que estos últimos representan un porcentaje relativamente bajo con respecto al total, aunque son los que más imperiosamente necesitan de asistencia y apoyo.

    En 2019 alrededor de ¾ partes de los migrantes internacionales se encontraban en edad de trabajar. Siendo el 52% hombres y el 48% mujeres. Vemos como hombres y mujeres migran a la par. 

    Generalmente al enfrentarnos al tema de la migración, ya sea de una manera academicista o populista por parte de generadores de confusión y odio, el punto de partida son las cifras. Y sin ningún lugar a dudas son fundamentales por varios motivos. El principal es que es necesario conocer y evaluar las tendencias emergentes, analizar los cambios de escala, y evaluar las variables demográficas tanto en los países y continentes de origen como en los de llegada de los migrantes. ¿Y esto por qué? ¿Para qué sirve? Para prever las transformaciones sociales y económicas mundiales causadas por estos movimientos humanos y tener la información suficiente para advertir y vaticinar los cambios sociales globales, y locales, a la par que intentar planificar más justamente el futuro disminuyendo la posibilidad de conflictos centrándonos en la vertiente positiva de la diversidad cultural. Un ejemplo de la relevancia del estudio de las cifras: en 2019 de una población total de 7.700 millones de personas, 272 millones eran migrantes internacionales, 1 de cada 30 personas. Otro ejemplo: en relación con el tamaño de la población de cada región, en 2019 tenían las proporciones más altas de migrantes internacionales Oceanía, América del Norte y Europa, con un 21%, un 16% y un 11% de la población total, respectivamente. Más cifras obtenidas del IMM 2020 de la OIM: el crecimiento demográfico más pronunciado del decenio corresponde a África. 

    Preguntas retóricas de respuestas absolutas y cerradas que deben ser transformadas en soluciones relativas, abiertas y solidarias. ¿Cuáles son los continentes más próximos a África? ¿En cuál de ellos hay países con mayor calidad de vida unida a condiciones de libertad y democracia? ¿A dónde cree que querrán migrar las personas que salgan de África? ¿Qué hace la Unión Europea para afrontar lo que es evidente? ¿No ha quedado ya claro que la coerción solo crea sinergias negativas, xenofobia y exclusión? ¿De veras resulta imposible ver la migración cómo una oportunidad de carácter recíproco? Si la mayoría de los migrantes son personas en edad de trabajar ¿los gobiernos europeos son incapaces de aprovechar estas capacidades humanas? ¿Todo esto no viene a demostrar que vivimos en sociedades 3I: imperfectas, injustas e insolidarias? Con respecto a esta última pregunta me gustaría hacer una reflexión, las sociedades imperfectas, injustas e insolidarias no solo lo son hacia afuera sino muy especialmente hacia adentro. Una sociedad en la que el salario mínimo interprofesional solo da para llegar a mitad de mes en el mejor de los casos, o que no tiene ni tan siquiera legislado un SMI, no es solidaria, ni justa y mucho menos perfecta con sus compatriotas. Una sociedad en la que sus mayores no llegan con sus pensiones al día 10 de cada mes no es solidaria, ni justa y mucho menos perfecta con sus compatriotas. Una sociedad en la que las mujeres cobran menos por realizar idéntico trabajo que un hombre, o que son las responsables de los cuidados familiares casi en exclusividad o que tienen que asumir que la maternidad puede mermar significativamente su proyección profesional o que deban sufrir la lacra de la violencia machista no es solidaria, ni justa y mucho menos perfecta. Dicho esto, una última pregunta, plantéatela tu misma por favor, pero desde la conciencia de tu infancia escondida tras las gruesas cortinas del paso del tiempo y la cotidianidad.

    Un o una migrante es una persona inmersa en una búsqueda por intentar mejorar su vida y la de su familia. No hay más. Persona que busca mejorar su vida. Todas tenemos derecho a esto. ¡Todas! y nadie tiene la capacidad moral para arrebatárselo a otra persona, si bien las normativas de los países y en concreto en Europa con el enorme apoyo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y de las políticas sobre migraciones de la UE lo hacen.

    La migración internacional es una cuestión compleja que engloba una enmarañada red de aspectos económicos, sociales y políticos que están obviando lo que realmente importa, los derechos humanos. Precisamente la ultraderecha y los xenófobos, que mayoritariamente están en las ultraderechas, aprovechan precisamente esta complejidad para crear miedo y enfrentamiento.

    Las reformas estructurales unidas a políticas migratorias combinadas de Acción Humanitaria y Derechos Humanos, como la regularización y la creación de vías legales y seguras, son las únicas respuestas admisibles a este fenómeno.

    Comentaba Albert Einstein que: “Comienza a manifestarse la madurez cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por los demás que por nosotros mismos” a lo que Audrey Hepburn pudo perfectamente haber respondido: “Con el tiempo y la madurez, descubrirás que tiene dos manos: una para ayudarte a ti misma y otra para ayudar a los demás” pudiendo haber concluido este dialogo imaginario con la aportación de Noam Chomsky: “Los maestros tienen la obligación de investigar y difundir la verdad sobre los temas más significativos, sobre los temas que importan”.