ceuta vista
Imagen de la ciudad.

Juan Manuel Parrado Sobrino

Cuando somos niños nos intentan enseñar que la paciencia es una virtud. Tenemos frases, refranes, parábolas y fábulas de todo tipo para fomentarla, desde religiosas, donde Job nos ilustra sobre cómo hay que mantenerse impertérrito en nuestras convicciones por muchas calamidades que nos mande Dios o en las que se nos muestra que el camino del bien es poner la otra mejilla, hasta proverbios, como el de sentarse en la puerta de casa a ver pasar el cadáver de tu enemigo.

Es quizá esa añoranza infantil la que podría explicar la forma de ser de los ceutíes, aunque el refrán de que no hay mal que cien años dure vaya camino de modificar el siglo de referencia hacia una eternidad. Pero esta pueril teoría se enfrenta a una opción mucho más descorazonadora. ¿Nos hemos resignado en Ceuta a que nos tomen el pelo y que esta ciudad no tenga futuro?

Con demasiada frecuencia saltan alarmas sobre la situación de Ceuta. Y al igual que ocurrió con Pedro cuando vino el lobo, de tanto alertar y alertar, las alarmas ya no surten efecto.

Hace poco que ha salido un anuncio en la televisión nacional de la fundación La Caixa en el que proclaman a los cuatro vientos que ellos están con todos los españoles, y para ello se toman la molestia de mencionar todas y cada una de las regiones de España, todas las autonomías… menos Ceuta y Melilla. Probablemente alertados por sus sucursales locales, a los pocos días sacaron una nota en prensa no para pedir disculpas y rectificar el anuncio, no, sino para hacer un bochornoso ejercicio de equilibrismo con las palabras con el que intentan convencernos de que sí nos cuentan entre todas las regiones, así, sin más. Y aquí no pasa nada, nadie eleva una protesta oficial, nadie exige una rectificación o retirada del anuncio por ofender sentimientos legítimos de ciudadanos españoles iguales al resto (¡ja!).

El problema real de este ejemplo que he puesto es que para el creativo y los publicistas de turno no contamos, no piensan en nosotros como parte de España. Y no son los únicos. ¿Cuántas veces, escuchando a políticos, a periodistas o a personajes públicos, se refieren al conjunto de España hablando de diecisiete comunidades autónomas? Muy pocos, por no decir ninguno, dice lo correcto que sería “diecinueve AUTONOMÍAS”. ¿O cuántas veces hemos sentido una punzada al ver el mapa de España sin señalar a Ceuta? Estamos anestesiados y apenas reaccionamos ante este tipo de ninguneo y menosprecio. Nos provocan una ligera indignación que se pasa con relativa rapidez mientras nos decimos eso de… “una más”.

Pero al margen de estos “episodios anecdóticos” y de vivir en el olvido para los demás, tenemos otras preocupaciones mayores. Lo verdaderamente difícil es asumir que vivimos una situación de olvido entre nosotros mismos, entre las personas que nos gobiernan que sí que ponen a prueba nuestra paciencia o nuestra resignación.

Con la venida del año nuevo, el Gobierno de Ceuta se ha manifestado tanto a través del presidente en mensajes navideños y comparecencias públicas como a través de algún consejero en tertulias que más que tertulias parecían mítines políticos. Y nos han dicho cosas bastante interesantes como para mantenernos en actitud reflexiva. Nos han dicho que es necesaria la unidad de todos para resolver los problemas, por lo que entiendo que ellos como gobierno no se ven capaces de resolverlos. También nos han trasladado una lista de deseos llenos de magia a los Reyes Magos, consistentes en que se cree empleo, que se apueste por la educación, que fomenten el emprendimiento y apoyen al comercio ceutí, que se mejoren las infraestructuras para mejorar la frontera, y además, que juntos convivamos y evitemos la fractura social. Es una lista de deseos larga y honesta que hacen saltar las lágrimas mientras nos ponemos la mano en el pecho, ¿a que sí? Pero ojo, también nos han enumerado sus logros. Se han enorgullecido de gastar todo el dinero que les llega de Madrid en que las calles luzcan bonitas y haya acerados y otras infraestructuras decentes (en el centro), en recuperar por tanto la obra pública no como medio para conseguir algo sino como fin en sí mismo, y también que la afiliación a la Seguridad Social se haya incrementado en unas cuantas personas. Más de tres lustros para ello. Pongámonos en pie y aplaudamos.

El resumen de esas manifestaciones es que el gobierno de Ceuta no es el responsable de la situación de Ceuta, ni económica, ni laboral, ni social ni, tampoco de su futuro. Eso sí, se han esmerado en señalar a los responsables, es decir: todos los demás. Los ceutíes no tenemos unidad y debemos tenerla, la oposición debe hacer más propuestas y dar soluciones milagrosas para suplir las carencias del gobierno, e incluso, y esto es de matrícula de honor, Marruecos y la singularidad de Ceuta son los grandes responsables de la ausencia de futuro para la ciudad. Y además hacen gala de ese desánimo y de esa incapacidad sin el menor pudor. La famosa humildad a la que aludía el señor presidente para que reconozcamos los errores cometidos imagino que se referirá a los errores de los demás, porque desde luego no a los suyos. Y oigan, no pasa nada. Seguimos anestesiados.

La tomadura de pelo a estas alturas tiene tintes dramáticos. Pero no porque existan problemas difíciles de solucionar, sino porque los ceutíes nos hemos instalado en una burbuja cómoda, en un agujero de avestruz, en una zona de confort de la que no queremos que nos saquen. Nos han convencido en un discurso político adulterado que el Estado nos sostiene generosamente y que no debemos preocuparnos, que hay dinero para todos (o para casi todos). Hemos renunciado a tener un plan de actuación a medio y largo plazo, a saber lo que buscamos y cómo organizar los recursos para conseguirlo. Nos limitamos a gastar lo que nos dan, a buscar subvenciones a las que destinar los fondos, a crear una estructura de política social no inclusiva ni de futuro, sino que calle bocas. En el colmo de la paciencia, nos están pidiendo que renunciemos a ser nosotros mismos los artífices y protagonistas de nuestra propia supervivencia. Y estamos comprando ese discurso sin hacer preguntas.

La principal piedra de toque para salir del conformismo, de la resignación y de la paciencia con este gobierno está en exigir la respuesta a una sola cuestión: ¿qué modelo de ciudad queremos y qué se está haciendo para conseguirlo?

La respuesta actualmente no existe. No sabemos qué estructura ni modelo urbano queremos tener de aquí a diez o quince años, no sabemos cuál es el crecimiento empresarial necesario a alcanzar para empezar a crear empleo de forma sostenida de aquí a cinco años, no sabemos qué objetivos de reducción del fracaso escolar se han propuesto ni qué programas se han planeado para alcanzar esos objetivos, no sabemos qué previsión se hace en política social de aquí a una década para crear las condiciones en que la ciudad se convierta en un apoyo en momentos de necesidad a cualquier ciudadano y no una asistencia perpetua (la famosa buena madre a la que recientemente se refirió el consejero). Y como esas incógnitas, absolutamente todas, en sanidad, sistema tributario, incentivos empresariales, transporte, etc. Es decir, no es que no sepamos hacia dónde nos dirigimos, sino que no sabemos hacia dónde queremos dirigirnos.

No hay respuestas a preguntas porque no se han planteado. No se trata de resolver problemas complicados. Se trata de empezar a plantear problemas que ni siquiera se han planteado. Y no se plantean y afrontan por una razón: porque en Ceuta el dinero es gratis. Y como al gobierno no le cuesta conseguir el dinero, sino que vive subvencionada por Administración central no se molestan en esforzarse por crear planes estratégicos de actuación para mantenerse y crecer, algo que en el sector privado es el pan nuestro de cada día.

Quizá sea hora de dejar la paciencia de lado y empezar a poner sobre la mesa las preguntas adecuadas, por muy difíciles que se nos antojen sus respuestas. Me pregunto si a Job le hicieron santo porque le tomaron demasiado el pelo.