La red clientelar. Romper esto sería acabar con la pieza del puzle que sujeta el actual panorama político. Pocas personas son las que se atreven a hablar claro de estas redes porque, aunque parezca que hacen por erradicarlas, algunas comen de ella.
La política de subvenciones que da estabilidad y calla algunas bocas, pero luego no hay un control real de ese dinero. Subvenciones nominativas años tras años que hacen acomodar a un electorado.
El miedo. Hay dos clases de miedo, el miedo a perder lo que ahora tengo por mínimo que sea, bien porque siempre lo malo conocido es mejor que lo bueno por conocer o incluso, me atrevo a decir, por presiones. Y el otro miedo es la ansiedad a lo recóndito, a la invasión, a lo que es distinto de lo que hasta ahora se ha considerado lo normal, lo estable, lo mío.
La compra de los medios de comunicación, sus ataques o incluso sus silencios. Y es que, debajo de esta extraña idea de objetividad, se pone de manifiesto siempre una visión de la política como algo negativo, destructivo, dañino y sesgado. Nunca entendí esa parte del periodismo, esa que se cree con el lujo de influir y no informar. Cuando subvencionan a un medio de comunicación lo hacen con el dinero de todos y de todas, no con el dinero del Gobierno. ¿Qué significa esto?, que estos medios tienen que estar libres de ideologías, de prejuicios y, sobre todo, de mentiras. Algún día hablaré de mi experiencia.
Y la abstención, la falta de ilusión de las personas por la política. No hay una mayoría absoluta que quiere al Partido Popular, hay una mayoría que no nos quiere a nadie. Y es aquí cuando toca hacer la autocrítica personal y hablar de la oposición.
Tenemos una tarea pendiente, ilusionar y hacer que la ciudadanía convierta sus quejas en votos. Pero para eso tenemos que fiscalizar y ser creíbles, tenemos que servir, no servirnos y, sobre todo, tenemos que ser, estar y hacer con las cargas no por los cargos porque recuerda, tus principios no tienen precio.