Lance en una corrida de toros / Imagen de archivo
Lance en una corrida de toros / Imagen de archivo
Manuel Alba Ríos

A veces, cuando leo los comentarios de las noticias locales en las redes sociales, siento una tremenda desazón. Me consta que no tienen por qué ser una muestra representativa de la opinión de todos nuestros conciudadanos, pero aun así me preocupan.

En esos momentos, veo como Ceuta parece una ciudad que no se moderniza y progresa como debiera y que esto le parece bien a una gran parte de los ceutíes. Como si creyeran que la involución es lo mismo que el respeto a las tradiciones, independientemente de lo caducas que sean.

Da la impresión de cierto complejo de no españolidad que se pretende superar aferrándose con uñas y dientes a cualquier acto o postura que algunos entienden como muy españolas.

Aquí tenemos un amplio muestrario de celebraciones “made in Spain”: el Carnaval, las Cruces de Mayo, la Semana Santa, las Fiestas Patronales, etc… Parece que se celebra todo lo que demuestre que Ceuta es española y “mucho” española.

De todos es bien sabido que hay corrientes políticas en España en las que se utiliza esta “españolidad” profusamente, como si no pudieras ser buen español si no te gustan los toros, el flamenco, la tortilla de patatas o disfrutar de la Semana Santa. Las “cosas de toda la vida”.

Hay una anécdota muy ilustrativa de esta estrategia que ocurrió en la España de la posguerra, en plena persecución de lo que quedaba del bando republicano. Una sombrerería madrileña publicó un anuncio con el siguiente eslogan: “Los rojos no usaban sombrero” Ni que decir tiene que al poco tiempo llevaba sombrero hasta el apuntador y más de uno guardaba uno de repuesto en el coche por si acaso.

Esto es lo que nos quieren vender algunos respecto al tema de los toros en Ceuta: los toros son muy españoles y al que no le guste que se aguante. Básicamente quiere decir que si estás en contra de que se torture y mate a un animal como espectáculo es que no eres un buen español.

Utilizando esta lógica simplista, surge también en Ceuta el argumento contra el sacrificio del borrego en la conocida fiesta musulmana. Cuando algún ceutí de raza árabe se queja de la polémica corrida de toros, los “muy españoles” saltan argumentando que los musulmanes matan borregos, intentando dividir a los ceutíes. Esto tampoco tiene ningún sentido, ya que en esa fiesta se debe sacrificar al animal lo más rápida e indoloramente posible y su carne será para consumo de familiares y conocidos.

Otro de los argumentos pueriles que utilizan los pro taurinos es el conocido “¿y tu no comes carne?”, como si apoyar un espectáculo en el que se disfruta viendo sufrir a un animal es lo mismo que alimentarte de otro que debe haber sido criado y sacrificado sufriendo lo menos posible.

Y no olvidemos el “Si no te gusta, mira para otro lado” Ojos que no ven, corazón que no siente. Una manera perfecta de solucionar algo que no está en absoluto bien es mirar hacia otro lado y problema arreglado ¿Qué fácil verdad? Pues me temo que no es así, mis queridos conciudadanos.

Pero volviendo al comienzo de mi escrito, estos días he visto algo en esos comentarios de los que hablaba que me devuelve la esperanza en esta tierra mía.

He visto a muchos ceutíes de acuerdo en algo, siendo de diferentes clases sociales, razas y/o religiones. Muchos ceutíes con algo en común, el amor hacia los animales y la oposición total a que se les utilice en un espectáculo en el que se les hace sufrir, como predicaba nuestro boletín oficial el día que Ceuta se declaró libre de maltrato animal.

Ceutíes que entienden que un país y sus gentes pueden y deben cambiar para progresar, y que, en este cambio, hay que reformar y a veces eliminar tradiciones caducas que ya no tienen cabida en un mundo más humano.

Gandhi dijo que “la grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la forma en que se trata a sus animales”. Ni más ni menos.

Cuando el ser humano deja de mirarse su propio ombligo y empieza a preocuparse por otras especies que son sus compañeros de viaje en esta gran nave que es el planeta Tierra, entonces su espíritu se engrandece, ya que entiende como semejante a cualquier ser vivo, y no como algo que se puede utilizar para un uso injustificado.

En resumen, la españolidad no se mide por aferrarse a tradiciones caducas o agitar la bandera profusamente. Ser ciudadano y patriota de una gran nación es otra cosa, es sentirse parte de ese país pero también de toda la humanidad, y tener como objetivo un planeta mejor para todos, humanos y animales.