Resti Contreras

Después de la Segunda Guerra Mundial, aparecen defensores de una Europa que salvaguarde la necesidad de una paz duradera, del agrupamiento de los países más allá de sus fronteras. Los primeros grandes impulsores, a partir de 1950, fueron Jean Monnet y Robert Shuman. Seis países responden, Alemania, Francia, Italia, Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo. En 1957 se firma el Tratado de Roma por el que se crea la Comunidad Económica Europea.

Acompañaron a esta unidad los padres fundadores, entre los que podemos citar a Konrad Adenauer y Winston Churchill, conservadores, y a Sicco Mansholt, agricultor, combatiente de la resistencia y de ideas socialdemócratas, así como Altiero Spinelli, quien perteneció al partido comunista y desarrolló una gran labor por el federalismo. Nadie se rasgó las vestiduras porque hubiera un representante del socialismo democrático y otro que había sido del partido comunista. Se trataba de consolidar la libertad, la democracia y el progreso económico, donde la paz fuera el marco que abrazara a todos.

Hay que destacar las fechas siguientes y los tratados que impulsaron y fueron consolidando el crecimiento de la integración europea. En febrero de 1992 se suscribe el Tratado de Maastricht, que pone las condiciones para lograr la Unión Económica y Monetaria. En octubre de 1997 se aprueba el Tratado de Ámsterdam, que apuesta por una Europa más social y democrática. En febrero de 2001 el Tratado de Niza mejora el voto, por una mayoría cualificada y con más ponderación en el Consejo. Con la firma del Tratado de Lisboa en 2009 la Unión Europea sustituye a la Comunidad Europea.

Es importante repasar lo que dicen los artículos 2 y 3 del Tratado de la Unión Europea, que analizaremos en base a lo que expresan: “La Unión Europea se fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres. (…) La Unión tiene como finalidad promover la paz, sus valores y el bienestar de sus pueblos. Combatirá la exclusión social y la discriminación y fomentará la protección social. Respetará la riqueza de su diversidad cultural y lingüística…”

España es un país perteneciente a la Unión Europea desde 1985, sus leyes nos amparan y nos obligan, También nuestra Constitución, que entró en vigor siete años antes, en 1978, y, como reza su artículo 14, “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.

Llevamos varios años en nuestro país en los que la ultraderecha está tratando de resucitar ideas desterradas por las Instituciones Europeas. La Unión Europea es una garantía de la democracia, la libertad, la solidaridad, la paz, el diálogo, la integración, el respeto, la igualdad… Los campos de batalla de nuestro continente se llenaron con decenas de millones de ciudadanos que dieron su vida por esos valores. Después del desembarco de Normandía y la derrota de los totalitarismos en Europa, se pretendió dar una oportunidad definitiva a la paz y los valores más singulares de la democracia y de los derechos humanos. Europa no va a volver la mirada a los totalitarismos y fascismos de los años treinta del siglo pasado.

La Constitución Española cerró la puerta de la dictadura, que nos arrancó la libertad de pensamiento, nos censuró el desarrollo cultural, discriminó los derechos de la mujer, nos impidió la libertad de expresión, restringió una educación más universal que permitiera el equilibrio, por encima del origen económico y social. Nos consideraba súbditos, no ciudadanos, las ideas de libertad, igualdad y fraternidad fueron sustituidas por la intolerancia y el odio. Ahora, gracias a la Unión Europea, a nuestra Constitución y a la responsabilidad y madurez del pueblo español, somos ciudadanos con derechos, libertades y, por supuesto, con obligaciones en un ámbito democrático, donde nadie es más que nadie. 

Después de las recientes elecciones en Castilla y León y sus resultados, se ha planteado el dilema de si dejar entrar o no a la ultraderecha en el Gobierno de la Comunidad. Se ha generado un cierto desconcierto y preocupación por el auge de la extrema derecha. Esto es algo serio y para darle la importancia suficiente, pero no debemos perder la referencia de que esto tiene solución. La respuesta debería ser lo más unitaria posible por todas las formaciones políticas incluyendo a la derecha, como sucede en países de grandes raíces democráticas en nuestro entorno. En estas naciones se ha formado un cordón sanitario para que los que pretenden hacernos mirar a los años treinta, a los totalitarismos y los fascismos, al odio, al rencor y a la falta de respeto y de diálogo, no regresen. 

La Unión Europea y nuestra Constitución son la garantía de nuestra democracia y nuestra libertad, pero, ¡ojo!, la ciudadanía también tenemos que reflexionar. En democracia, para defender nuestros derechos, uno de los procedimientos es a través del voto. Votar o no votar tiene sus consecuencias. No debemos olvidar que el presente, el futuro, el progreso, una mejor calidad de vida y, en definitiva, una salud democrática, dependen de lo que digan las urnas.

Gracias a la Unión, Europa tiene una mayor fortaleza económica que influye en un desarrollo social y democrático cada vez más reforzado, aunque todavía insuficiente. La superación de la pandemia no sería igual si estuviéramos fuera de las instituciones europeas. Tampoco debemos olvidar la labor del Gobierno de España con su Presidente a la cabeza, que ha conseguido para España el mayor y más solidario refuerzo y apoyo económico con los Fondos Europeos -140.000 millones de euros-. Esto no hubiera sucedido si estuviéramos fuera de Europa. Leyes como la Reforma Laboral se han impulsado con la mirada de la Unión y tendrá importantes repercusiones para el salario y las condiciones laborales de los jóvenes, los trabajadores, las empresas y nuestro progreso como país. Son los frutos de la democracia y de la buena política.

La Unión Europea también es vital para el mundo. Hoy jueves, 17 de febrero, cuando redacto este artículo, ha comenzado una cumbre entre Presidentes y Jefes de Estado de la Unión Europea con la Unión Africana. Esta organización pretende la integración de la región a través de la política de cooperación económica, cultural, educativa, médica… de acuerdo con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

La Unión Europea y nuestro país están trabajando por la Agenda 20-30 y los Objetivos indicados para África y otras zonas del mundo. Entre los 17 establecidos, destaco:

Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo.

Garantizar una educación inclusiva, equitativa y durante toda la vida individual.

Promover el crecimiento económico sostenido, pleno y decente.

Medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos.

Tenemos que ser optimistas y tener esperanza con el presente y el futuro. Contamos con la Unión Europea y nuestra Constitución. Sin embargo, nuestra responsabilidad, nuestro criterio y nuestras obligaciones individuales con la democracia son para ejercerlas.