- La pasada semana dije que diría como estar en política y ganarte el respeto de la mayoría, sin morir en el intento.

Hoy en día parece que esto es más necesario que nunca, porque bulle el pensamiento de “ no me importa jugar mal y ganar, que hacerlo bien y perder”, igual que pasa en el deporte. La cuestión viene cuando traes esto a la política, es decir, eres más eficaz cuanto más poder alcances, independientemente de los medios que uses para ello, y es aquí cuando se produce mi primera discrepancia.

No existe nada ni nadie que pueda robar mi dignidad, mi identidad, la defensa ultranza de mí programa. Para mí sería una prostitución política porque sería como venderme a cambio de algo y mis valores son irrenunciables.

Últimamente, con la excusa de la responsabilidad se producen acuerdos que manchan un ideario, y no estoy hablando de pactos para un gobierno.

Hay quienes prefieren guardar silencio, mirar para otro lado, conseguir ascender o mantener una posición, antes que no traicionar su conciencia.

En la historia hay personas que sufrieron humillaciones, fueron perseguidas, o asesinadas, porque tuvieron valentía y coraje suficiente para no dejarse arrastrar por la avaricia. Hoy en día, que todo es más fácil, se ven representantes adheridos a un sillón, llenándose los bolsillos con un dinero que no les pertenecen y que no quieren perder.

La mentira tampoco es buena compañera de viaje para estar en un partido. Se necesita mucha integridad para no saltarse algunas de estas reglas.

Aunque reconozco que hay algo que me llama mucho más la atención, el cambio de personalidad. Vivir a espaldas de la ciudadanía y comportarse como alguien de otra especie, pasa facturas. Existen escenarios donde sí necesitas un grado de protección, pero no dudaría en eliminar los aforamientos, las puertas giratorias, los excesivos puestos de confianza, las dietas desorbitadas, y hasta las simples invitaciones a palcos que te distancian de la gente corriente.

Y sí, hay quienes usan un coche oficial hasta para ir a una peluquería, o quienes han dejado de pagar facturas de teléfonos por los famosos móviles cooperativos, pero luego no van por las barriadas, ni atienden los problemas de la gente.

Mientras, a la par, vemos a personas voluntarias, altruistas, que se entregan a los demás y no cesan en reivindicar, proponer y escuchar a coste cero, salvo llevarse la satisfacción de ser útil a una sociedad, que demanda cambios.

La política no es un trabajo, está de paso, y como tal aprendamos a no depender de su subsistencia y sí de su lealtad.

Estoy segura que llegaremos a conseguirlo, porque como decía Zapatero "Las utopías realizables merecen la pena."