José Miguel Tasende, presidente de Vox en Melilla

La verdad es lo que se ajusta a la naturaleza de las cosas. Ejemplo: es verdad que el lunes la Selección española de fútbol ganó en su partido contra la de Croacia. Decir que empataron sería mentira. Otro ejemplo: Melilla es española. Sería mentira decir que es una ciudad italiana. Para engañar, suele ser útil enmascarar la mentira con medias verdades o con argumentos de opinión mejor o peor fundada: “había que haber anulado dos goles de España…”; “como España formó parte del Imperio Romano e Italia es la heredera de éste, Italia tiene derechos históricos sobre Melilla…”

En un artículo de opinión publicado ayer día 29 en el Melilla Hoy, don Abdeluab Mehamed, Vicepresidente de la Comunidad Musulmana de Melilla, afirma que “tanto Ceuta como Melilla son dos criaturas culturalmente hijas de dos grandes naciones: España y Marruecos”.

Lo cierto es que Melilla no es hija de Marruecos. Melilla es España. Y los melillenses son españoles, que profesan, o no, la religión que quieren y tienen los gustos y aficiones que mejor les plazcan, siempre que respeten a los demás… y a la verdad.

El pasado, el presente y el futuro de Melilla es el mismo: España. La frontera y la aduana habían convertido a nuestra Ciudad en un centro de contrabando (denominado, con poco respeto a la verdad, “comercio irregular”); con porteadores esclavos reventando su salud con pesadísimos fardos a cambio de unas monedas; con doce capos manejando dinero evadido al erario, robado a los españoles, una parte del cual blanqueaban luego en competencia desleal, arruinando a los empresarios de verdad.

Por otra parte, el sistema fiscal especial provoca una aduana de facto entre Melilla y el resto del territorio nacional. Resultado: teníamos dos “semifronteras” una con un país hostil y otra con la Península. Así nos iba. Así nos va.

Ha llegado la hora de olvidarse para siempre de Marruecos, ese vecino delincuente que reclama Melilla con menos derecho con que España podría reclamar Nador, donde tanto invirtió durante el Protectorado. Ha llegado la hora de que Melilla se centre en lo que es: una ciudad española, con su vida económica, cultural y social española.