Cuando se publique este artículo faltarán pocos días para el 1º de Mayo. No se trata de un día festivo cualquiera. Es un día de lucha y reivindicación de los trabajadores y trabajadoras que reclamamos un reparto justo del beneficio social que genera nuestro esfuerzo.

No hay más fuerza productiva que la del trabajo humano. El capital es, simplemente, un valor convencional. Por sí solo no es capaz de transformar nada. Solamente es útil se decidimos aceptarlo como pago por nuestra fuerza de trabajo.

Los seres humanos siempre hemos estado en lucha para intentar alcanzar el justiprecio de la fuerza de trabajo. La diferencia entre su valor real, equivalente a la riqueza que es capaz de producir un trabajador en una jornada laboral, y la retribución que percibe por el trabajo realizado, es lo que Karl Marx denominó plusvalía. Esta lucha histórica es lo que se conoce como lucha de clases.

La sociedad se organiza en estamentos o clases sociales. Básicamente existen dos: Los que viven de su trabajo, los trabajadores, y los que viven del trabajo de los demás, los capitalistas.

El 1º de Mayo se conmemora el primer gran éxito de los trabajadores, los proletarios, en su lucha contra los capitalistas. Un éxito pagado con sangre pero que marca un punto de inflexión en el movimiento obrero internacional: La conquista de la jornada laboral de 8 horas.

El 1 de mayo de 1886 se inició en Chicago, Illinois, una huelga general para reivindicar la jornada de 8 horas. 200.000 trabajadores secundaron la convocatoria. Solo la fábrica McCormick, de maquinaria agrícola, abrió sus puertas, sustituyendo a los huelguistas por esquiroles. El día 3, a la salida de un turno, se produjo un enfrentamiento entre unos y otros. La policía disparó indiscriminadamente sobre la multitud, produciendo seis muertos y decenas de heridos. Al día siguiente se convocó un acto de protesta al que acudieron más de 20.000 personas. Fueron duramente reprimidos por la policía, que los conminó a disolverse. En la refriega, un artefacto explosivo causó la muerte de un policía. La respuesta fue brutal. La fuerza pública disparó sobre la multitud causando una masacre. El verdadero número de muertos y heridos nunca se supo.

En los días siguientes la represión fue brutal. Se declaró el estado de sitio y se impuso el toque de queda. Cientos de trabajadores fueron detenidos y torturados. 31 fueron acusados del asesinato del policía. Finalmente, tres fueron condenados a cadena perpetua y cinco ahorcados. Han pasado a la Historia como Los Mártires de Chicago.

En 1889, la Segunda Internacional, reunida en París, acordó establecer el 1º de Mayo como día de Homenaje a los Mártires de Chicago. Hoy en día se celebra esta efeméride en casi todo el mundo. Paradójicamente, en los Estados Unidos, el Día del Trabajo es el primer lunes de septiembre, para evitar cualquier identificación de esta fecha con el movimiento obrero y el socialismo internacional.

Desde entonces hemos recorrido un largo camino, plagado de avances y retrocesos. De victorias y derrotas. De éxitos y fracasos. Pero no cabe duda de que gracias al esfuerzo y al sacrificio de los que nos han precedido, las condiciones de vida de los trabajadores de hoy en día son menos penosas que las que existían en el siglo XIX. Sin embargo, las conquistas que se han conseguido con tanto esfuerzo están en peligro. No es una afirmación gratuita. Es un hecho constatable. El pensamiento neoliberal imperante ha puesto su mirada implacable en los derechos de los trabajadores. Su objetivo es acabar con ellos. La lucha continúa.

El 1º de mayo es un día cargado de tradición y de significado. Es un recuerdo que sigue vivo. Para los sindicatos de clase es una fiesta emblemática. No puede pasar desapercibido. Es el corolario de una Historia escrita con sangre, sudor y lágrimas. Es la expresión más fidedigna de la unidad de la clase trabajadora contra los abusos del capital. Es el clamor de una necesidad irreprimible de justicia social.

Frente a la crisis financiera, causada por la insaciable avidez de beneficio del capital, los gobiernos no han sabido dar una respuesta capaz de alumbrar un nuevo orden social. Al contrario, han aprovechado la ocasión para apuntalar un sistema que se está derrumbando. Los trabajadores y trabajadoras, a lo largo y ancho del mundo, debemos reclamar ese nuevo orden en las calles y la mejor ocasión para hacerlo es participando en la manifestación del 1º Mayo. Yo iré. Espero que tú también lo hagas, querido lector.