10.797 es la cifra oficial de parados registrados en Ceuta en el pasado mes de abril. Cuando se publique este artículo y hayan vencido más de 500 contratos del Plan de Empleo, superaremos ampliamente los 11.000 parados.

El dato es insoportable, vergonzoso y demoledor. Podría seguir empleando adjetivos para describir el desolador panorama que supone para esta ciudad la tasa de paro registrado, pero ninguno de ellos serviría para reflejar el auténtico drama que viven cada uno de esos parados y paradas.

Seguir dando vueltas a las cifras, solo conduce a aumentar nuestra indignación ante el desastre moral que supone la aceptación social de una tasa de paro superior al 33 por 100 de la población activa. En el último año, el incremento ha sido de más del 10 por 100. Somos el territorio en el que más ha aumentado el paro en el último mes y el segundo en el último año. Cuatro veces más que la media nacional. De los 11.000 parados solo un 10 por 100 perciben prestaciones contributivas. Un 60 por 100 no percibe ningún tipo de prestaciones.

Yo he visto las amargas lágrimas de muchos hombres y mujeres al sentir la desesperación e impotencia que les invade cuando no son capaces de conseguir un puesto de trabajo que les permita satisfacer las necesidades, aún cuando sean las más elementales, de ellos mismos y de los familiares a su cargo. Malo sería encallecernos hasta el punto de no sentirnos conmovidos por el dolor ajeno.

Cada vez es mayor el número de nuestros vecinos que vive en la más absoluta indigencia. Subsisten de la caridad de familiares y amigos o de ayudas de ONGs o de instituciones religiosas. Mientras tanto, las autoridades que dirigen las administraciones públicas permanecen impasibles ante esta tragedia colectiva. Se echan la pelota unos a otros y escurren el bulto vergonzosamente para no asumir sus responsabilidades en la resolución del principal problema que afecta, hoy por hoy, a la sociedad ceutí.

Las declaraciones públicas de unos y otros son patéticas. El delegado del Gobierno, decía que el número de parados tenía que ser forzosamente falso, porque si fuera cierto, ya se habrían echado a la calle en un brote revolucionario. Cuando por fin se echaron, de manera pacífica y respetuosa con los derechos de los demás ciudadanos, fueron perseguidos y ninguneados. Fueron, sencillamente, ignorados y silenciados. Se les negó hasta el derecho a protestar. A gritar públicamente el dolor de su desesperación y su demanda de Justicia. También llegó a decir este inefable personaje, con el mayor de los cinismos, que lo que tenían que hacer los parados era marcharse de Ceuta a buscar trabajo en otro sitio y así habría menos parados en la ciudad.

Los pronunciamientos del presidente Vivas han sido igualmente lamentables. Se ha escudado siempre, cobardemente, en su falta de competencias en la materia. Sin embargo, su gobierno mantiene una Consejería de Empleo, una Dirección General y una empresa pública (PROCESA) supuestamente competentes en materia de empleo. Usa las cifras de gasto público como un trilero de la palabra para intentar convencernos de que tiene preocupación e interés por resolver la lacra que supone el paro para nuestra ciudad. Todo es fachada, mentira e hipocresía para no apartarse del camino de falsedad que ha caracterizado sus gobiernos a lo largo de los últimos diez años. Esa década que él considera prodigiosa pero que algunos calificamos como ominosa.

La escusa falsa y cobarde de la falta de competencias, no le ha impedido llevar a cabo actuaciones en otros campos en los que tampoco tiene competencias. Así, sin tenerlas en materia de orden público, ha hecho fuertes inversiones en esta área, que pagamos todos los ceutíes, en lugar de exigir y reivindicar ante la Administración del Estado una mayor dotación policial del Cuerpo Nacional, que pagarían solidariamente todos los españoles. Razones no hubieran faltado para ello.

La Constitución considera el trabajo como un derecho y un deber y obliga a los poderes públicos a realizar una política orientada al pleno empleo. Todo es mentira. No se cumple y, lo que es peor, los ciudadanos no exigimos su cumplimiento. Es un tinglado de pura apariencia que solo es letra muerta y papel mojado. Más de cinco millones de españoles lo atestiguan.

Gobernar es decidir dónde y cómo se gasta el dinero con el que contribuyen los ciudadanos al sostenimiento del gasto público. Es fijar prioridades. El día 22, los ciudadanos, los vecinos y vecinas de Ceuta, tenemos la oportunidad de decidir si queremos seguir siendo gobernados por quien prefiere enterrar millones en un equipo de fútbol profesional condenado al fracaso y en comprar la complicidad de periódicos y panfletos o si, por el contrario, hemos adquirido conciencia de que otra forma de hacer política es posible. Esa forma en la que, como en una familia honrada, el dinero debe emplearse en cubrir las necesidades básicas de todos sus miembros y no ser despilfarrado en juergas y gastos superfluos solo para algunos de ellos.

Yo lo tengo claro, votaré por el cambio. Votaré Caballas.