En el siglo IV a. C. una horda de galos, de la tribu de los senones, venció a los romanos en la batalla de Alia. Los supervivientes derrotados se refugiaron en la colina del Capitolio. El ejército galo los rodeó y se dispuso al asalto. Después de varios intentos frustrados de ataque frontal, descubrieron un sendero que haría posible sorprender a los sitiados. Los gansos capitolinos, con sus graznidos, alertaron a los romanos de que estaban siendo atacados por el flanco. Esto les permitió rechazar una vez más al enemigo, aunque no impidió el expolio y el saqueo del resto de la ciudad. Finalmente, los romanos, asediados por los galos, tuvieron que aceptar unas condiciones inicuas para conseguir el levantamiento del cerco.

Los vencedores impusieron a los vencidos el pago de mil libras de oro como indemnización de guerra. Cuando los galos pesaban su botín, los romanos advirtieron que la balanza estaba trucada y que realmente tendrían que pagar más de lo pactado. Humillados e insultados por el proceder de los vencedores, se quejaron ante el caudillo galo, Breno, el cual, impasible ante las quejas de los romanos, arrojó su pesada espada al platillo de los pesos y pronunció la histórica frase: “¡Vae Victis!” (¡Ay de los vencidos!).

Hace unos días ha empezado la campaña electoral para renovar la Asamblea de Ceuta, de la que saldrá el gobierno que nos dirija durante los próximos cuatro años. Tenemos la oportunidad de acabar con lo que ha sido una década ominosa bajo el gobierno del PP. Es el momento de sacar fuerzas de flaqueza para rechazar el ataque del enemigo y evitar que, además de la derrota, nos imponga unas condiciones indignas durante otros cuatro años.

El PP ha obtenido en elecciones anteriores alrededor de 20.000 votos sobre un censo de casi 60.000. Con solo un tercio de los votos, viene consiguiendo una mayoría aplastante. La causa de ello está en la división del voto que se produce en la oposición. Mientras que todos los que defienden un modelo de sociedad desigual, excluyente e insolidaria aglutinan su voto en torno al Partido Popular, los que pensamos que esta ciudad debe construirse sobre postulados radicalmente opuestos, dispersamos el nuestro entre una multitud de siglas que hace estéril cualquier esfuerzo por cambiar el fondo y la forma del gobierno de esta ciudad.

Luego están los que ni siquiera se interesan por votar. Los que piensan que nada cambiará gane quien gane. Que su voto no es importante ni decisivo. Que todos los políticos son iguales y que no buscan más que su propio interés. Representan más del cuarenta por ciento del electorado. Si se movilizasen, ganarían las elecciones.

La única posibilidad de salir del marasmo en el que se haya sumida nuestra ciudad, atascada en el barrizal del paro, la exclusión social y la segregación racial, pasa por plantear una alternativa real y válida al régimen que ha implantado el PP y que se ha introducido hasta lo más profundo de nuestro tejido social. Para mí, esa opción está en Caballas.

La coalición de la UDCE y el PSPC, que se presenta a estas elecciones bajo el nombre de Caballas, representa una forma de hacer política diametralmente opuesta a la que ha venido haciendo el PP. La firme convicción de sus componentes de que es posible una Ceuta de todos y para todos, supone un rayo de luz en la negra noche en la que nos ha sumido a todos el gobierno de Juan Vivas.

Unos pocos, como los gansos del Capitolio, nos avisan de que el enemigo nos está atacando por la espalda. Si no hacemos caso a sus advertencias lo lamentaremos durante años porque, además de la derrota, pagaremos el infame tributo del escarnio y la humillación que supondrá legitimar la actuación de quien ha favorecido a los poderosos a costa de olvidar a los más necesitados. De quien, una y otra vez, ha negado la evidencia y ha hecho de la mentira la divisa de su gobierno. De quien ha secuestrado la conciencia de un cuerpo social hasta arrancarle el alma y convertirlo en un triste remedo de sí mismo.

El 22 de mayo tendremos la ocasión de decidir si pagamos el tributo con la resignación y la impotencia de los vencidos o si estamos dispuestos a rebelarnos y romper estas cadenas que nos atan.

La leyenda dice que cuando Breno humilló a los romanos con su “¡Vae Victis!”, apareció el cónsul Camilo, al frente de un ejército, y contestó “Non aurum, sed ferro, recuperanda est patriae” (no con oro, sino con hierro, se recupera la patria), atacando y derrotando a los galos.

Me gustaría que fuese verdad y que el 22 de mayo encontrásemos a un nuevo Camilo que nos devolviese nuestra dignidad perdida.