No sé dónde ni cuándo exactamente escuché que en el vuelo que se estrelló en el pentágono el fatídico 11 de marzo, aquel en el que los pasajeros plantaron cara a los terroristas, cuando dichos pasajeros se percataron de lo que pasaba y de que iban a morir, empezaron a mandar mensajes a sus familiares y amigos diciéndoles cuánto los querían.

Nadie mandó un mensaje de odio, todos fueron de amor.

Parece que en esos momentos de terror y pánico la gente solo se acuerda de los seres amados.

En un mundo tan acelerado como en el que vivimos, donde las prisas, el estrés, las prisas, las inquietudes, las preocupaciones, ocupan casi todo nuestros pensamientos, ¿cuánto tiempo dejamos libre para el amor?

El amor de una madre o un padre hacia sus hijos, ¿existe un amor igual? El amor de un hijo/a hacia sus padres; el amor hacia tu pareja, esa que está siempre a tu lado, la que soporta tus cambios de humor, la que te apoya cuando estás mal.

El amor hacia tus hermanos/as, ese amor fraternal que vas más allá de las peleas, disputas, confrontaciones.

El amor hacia tu mascota, esa que no discute contigo nunca, la que no puede estar un metro alejado de ti en casa, la que daría la vida por ti.

El amor por los amigos, esos amigos/as que no son amigos, son familia, esos amigos/as a los que quieres como hermanos/as.

Amor, amar, busquen el tipo de amor que quieran, puede ser amor a una planta, el amor a un/a ex, el amor incluso a su trabajo, a una tierra, a un paisaje, da igual. La conclusión es la misma: el amor mueve el mundo.

¿A cuántas personas les gustaría decir que las quieren y ya no pueden?

¿Cuántos te quieros se nos quedaron por el camino? ¿Cuántos daríamos si pudiésemos volver atrás en el tiempo?

La cuestión es que sí hay personas a las que se lo podemos decir ahora mismo. ¿Por qué no lo hacemos? ¿Nos da vergüenza decir te quiero?

Terminan las navidades, es tiempo de amor. Hoy millones de niños duermen ilusionados, los niños, esos cuya inocencia muchas veces nos desarma.

No soy quién para dar consejos, pero si me aceptan uno, esta noche, nosotros los adultos podríamos regalarnos nuestros propios reyes: llama a tu madre, a tu padre y dile que los quieres, o dale un beso cuando los veas y díselo, llama a tu hermano, a tu hermana, esa con la que hace tiempo que no hablas, dile que la quieres aunque hables poco con el/ella.

Llama a ese amigo/a, díselo, dile que es la vida y su ritmo el que te impide verlo más a menudo pero que en los próximos días lo llamarás para tomar café.

Esta noche, en tu cama, antes de dormir dile a tu pareja que la quieres, que deberías decírselo todos los días pero que la rutina y la monotonía no te deja ver a veces cuánto la quieres, pero que si te faltara, tu vida sería muy triste. Abrázalo/a.

Cómete a tu perro a besos, mímalo, disfruta cada segundo de sus juegos, su locura, su salud, porque ya llegarán los momentos de afrontar su vejez y su declive.

Y sobre todo, cuiden a las personas que quieren, cuídenlas; es un error muy del ser humano descuidar a las personas que queremos, cuídenlas.

Bueno, les dejo. Felices reyes magos.