Mi amigo el fuerte, sus amigos y yo

S.J. UVE


No tenía esta semana un tema claro sobre el que escribir; y eso que llevo tres días en cama con un ataque de lumbago agudo y no me puedo mover. Ahora comprendo porque no podría darme de baja por gusto en cualquier trabajo: me aburro en casa. Lo único bueno es que puedo estar todo el día con León, mi precioso pastor catalán que es el que siempre está a mi lado, con la cara más bonita que pueda tener un perro (opinión) No se puede adjuntar foto del can en el artículo, ¿no? Un día escribiré sobre él y sobre los animales.

Leyendo al magnífico Chomsky pensé hablar sobre la educación en escuelas, institutos, universidades pero no me animé. Repasando en los apuntes de antropología de la sexualidad (ver nueve semanas y media como ejemplo de sadomasoquismo con Kim Basinger y Mickey Rourke formidables) pensé en escribir sobre las relaciones de pareja pero no me animé.

En fin, que al final me he decidido por escribir por algo más banal y cotidiano y simplemente quería contaros un poco sobre mi vida porque a veces todos necesitamos que nos escuchen y saber hasta qué punto actuamos bien, regular, mal… Es una parte de mi vida que debo asumir.

Resulta que hace tiempo, mucho tiempo me trataron muy mal. Sufrí vejaciones, persecuciones, agresiones, insultos, me despojaron de cosas que eran mías, me lo quitaron prácticamente todo, hasta la dignidad. Me marcó.

Hice un esfuerzo por superar todo eso y permanecí inquebrantable ante todo lo que me ocurría, lo cual para mí era digno de elogio. Resistir es vencer pensé.

Al cabo de los años y después de mucho vagar de aquí para allá, me instalé de forma definitiva en un bloque de vecinos; me regalaron un piso, sí, me lo regalaron (imaginad cómo tuvieron que portarse en el pasado conmigo) Para regalarme el piso tuvieron que echar a su propietario de dicho piso. Yo creo que todo esto era como una manera de recompensarme por todo lo mal que lo había pasado hacía ya tiempo. Bienvenido sea.

En ningún momento pensé en el posible sufrimiento de ese propietario, ya estaba bien de tanto sufrir, me tocaba disfrutar a mí ahora, me lo merecía. Sí, pelín egoísta pero es que ya era de lo que fuera, ¿no? Además resulta que moralmente me sentía respaldado por el hecho de que cuando se construyó el edificio donde vivo ahora, el primer vecino que vivió allí fue mi tatatatatatatarabuelo, así que, ¿para qué tener preocupaciones morales?

Pero claro, cuando empecé a vivir surgieron problemas, ¿por qué? Pues porque todos mis vecinos eran amigos del propietario expropiado y enseguida me vieron como una amenaza. Mi vida diaria se volvió un sinvivir y tuve que tomar cartas en el asunto. Resulta que, cosas de la genética y del entrenamiento soy más fuerte físicamente que mis vecinos, con lo cual puestos a llegar a las manos yo tenía las de ganar. Y decidí que para vivir así era mejor tomar el toro por los cuernos y empezar a amargar a mis vecinos. ¿Me equivoqué? Por supuesto que no. Empecé a cortarles el agua, empecé a cortarles la luz, puse impedimentos físicos para que no pudieran utilizar el ascensor, les robaba cartas de sus buzones…

Todo esto es verídico, espero que apreciéis mi acto de honestidad. Sigamos. Cuando mis vecinos vieron esto se unieron todos contra mí y eran varios… Claro, yo sabía que podía pegarles a todos a la vez si quisiera pero hombre, eran unos cuantos y tampoco era plan de que pudieran llegar a derrotarme. Así que llamé a mi amigo el boxeador. Mi amigo el boxeador es una mole de 120 kilos que ha sido derrotado poquísimas veces en el ring porque es prácticamente invencible, imaginadlo pegando fuera… Así que cada vez que necesitaba su ayuda lo llamaba y les pegábamos unas tundas a mis vecinos de órdago. Así de fácil, es fantástico tener a este amigo.

Claro, los vecinos intentaban defenderse como podían pero a cada puñetazo o paliza nuestra respondían con un arañazo…poca cosa, pobres diablos. Y que digo yo además, qué malo hay que ser para intentar defenderse de una expropiación y de mis ataques hacia ellos, joder, a fin de cuentas el bloque es mío.

Exacto ¡Dios! Me salió solo, el bloque podría ser mío. Así que empecé con la ayuda de mi amigo a expulsar uno a uno a todos los vecinos. Ni os imagináis la que se montó, pero bueno, con el boxeador al lado como para preocuparse… Al final fui hasta bueno, porque les permití quedarse al menos con un pisito y yo me quedé con todos los demás. Qué felicidad, casi entero para mí. Sí, de vez en cuando los del pisito, ¡malas gentes por favor!, intentaban joderme y arañaban la puerta, me pintaban las paredes, ante lo que yo respondía con más palizas de vez en cuando, solo o con mi amigo, me daba igual que fueran niños, siempre he pensado que los niños crecen y nunca se sabe, así que estopa para los niños también; todo por mantener lo que era mío.

Y os preguntaréis; ¿y no te denunciaban ni nada? Y esta es la parte más graciosa. Resulta que cuando iban a comisaría a denunciarme, que ya hay que ser retorcidos, denunciarme a mí ¿por qué? Pues resulta, como iba diciendo, que mi amigo el boxeador tenía como jefes de la Policía a su hermano y a su cuñado. La hostia!! Este amigo era genial, imaginad lo que hacían con las denuncias…jajaja, era divertido vivir así, sin miedos, sin ningún tipo de problema legal. Podía hacer lo que me diera la gana. Mientras todo esto ocurría yo seguía cortándoles la luz, el agua…sí, ellos de vez en cuando me pinchaban las ruedas del coche pero entonces yo llamaba a mi amigo y venga paliza va, paliza viene.

Muchos de los que estáis leyendo esto pensaréis que soy cruel, pero yo no lo veo así, es más cuando lleguemos al final me entenderéis, al menos muchos de vosotros lo haréis. ¿por qué? Pues porque todos entendemos la vida según nuestras ideas y de momento todavía no os lo he dicho todo.

El problema estriba en que a veces me pasaba tanto con las palizas que ni la Policía podía evitar que sus jefes se enteraran del asunto. Así que me llevaron a juicio y perdí. Sí joder, perdí y me dijeron que mis palizas y que tomar la propiedad de sus casas era ilegítimo. ¿Os lo podéis creer? ¡Yo condenado!

Y claro, diréis, pues a devolverlo todo ¿no? Ni de coña. No sé por qué suerte del destino nadie se encargaba de que las sentencias se cumplieran, esto sí que es la hostia. No solo no cumplo las sentencias que me obligan a devolver lo que tomé ilegítimamente (aunque para mí nunca fue algo ilegítimo) sino que estoy pensado en seguir ampliando mis terrenos y quedarme con el edificio entero: a fin de cuentas me lo merezco, ¡¡sufrí mucho!!

Además cuando leía la prensa muchos medios hasta me daban la razón, la caña, me daban la razón. No sé si será porque mi amigo el boxeador, además de todo lo que ya tenía, también tenía amiguetes en prensa y televisión. O sea, que incluso es capaz de presentarme a veces como una víctima del atropello que estaba sufriendo. Es más, muchas veces mis vecinos aparecían en los medios como unos desalmados incontrolables a los que más vale tener vigilados.

Y así pasa mi vida, ya soy más feliz. Me resulta fantástico ver como las personas que antes se apiadaban de mí y me veían como un pobre objeto maltratado ahora no critican para nada que yo haga lo mismo con mis vecinos. Esto de tener amigos y vender que mis vecinos son malos malísimos es lo mejor que me ha ocurrido jamás. Algunas veces se me va la mano y me llaman la atención pero tampoco pasa nada grave, además cada vez que se me pasa la mano aunque me llamen la atención resulta que me he quedado con más propiedades!!! Qué mas da una paliza más o menos y un rapapolvos si me quedo luego con todo. Sí, ahora soy feliz.

Por cierto, permitid que me presente: mi nombre es Israel, mi amigo boxeador se llama Estados Unidos, los jefes de Policía son la ONU y mis vecinos se llaman Palestina. ¿A qué ya no soy tan malo para muchos de vosotros?