Será cosa de la edad, sin duda, y cierto es que sigue habiendo y siempre habrá algún tema o asunto que, de una u otra manera nos indignen, por supuesto.

Me gusta esa gente que día tras día denuncia lo que, para ellos, es una injusticia, una barbaridad o un atropello. Suelen ser personas implicadas y concienciadas y estoy seguro de que gracias a ellos se producen los cambios.

Los temas para indignarse son tantos como personas existimos. Desde esas personas que nos ofendemos por la bajísima catadura moral de la clase política; desde la injusticia que supone que un agricultor venda una patata a 2 céntimos y nosotros la compremos a 15; desde el robo consentido que suponen mensualmente nuestras facturas de luz; desde lo injusto que es la cantidad de policías locales, bomberos, gente del ayuntamiento, tenga un trabajo solo porque tiene contactos mientras que gente muy válida va cada x tiempo a sellar el carné de paro; desde el peligro que suponen todas edas personas que piensan que la tierra es plana o que niegan el calentamiento del planeta; desde la volubilidad del ser humano que lleva a que hace dos meses el entrenador del Ceuta fuese aclamado para ser despedido hoy tras 4 jornadas...; desde esas conversaciones de bar donde se habla de que los árbitros favorecen por sistema a los grandes; desde la suerte que hay que tener en la vida para no caer enfermo de algo grave; desde la correlación que hay entre ingresos económicos altos y menor fracaso escolar; desde el hecho de la cantidad de buena gente que duerme en prisión mientras que muchos miserables duermen en camas de 1'80; desde todo lo horrible que son las guerras; desde la mala suerte de que a un bebé le caiga un granizo del cielo y lo mate; desde, desde, desde... miles.

Por eso, winiresulta (no, no escribí mal esa palabra...), que cada vez uno va disfrutando de cosas más sencillas y baja la intensidad "revolucionaria" o las ganas de cambiar el mundo.

Y así,  despertar por la mañana y que no te duela nada, poder coger el teléfono y llamar a tus hermanos para preguntarles cómo están (cuántas veces le colgaría el teléfono a mis padres y cuánto daría por poder hablar con ellos un minuto), disfrutar de un desayuno con tus amigos donde los puedes mandar a la mierda cuando te dicen que los pases de Kroos son fáciles o que el gol de Mijatovic en la séptima fue fuera de juego, ver a tu pareja reír y disfrutar de su belleza, de su plenitud, de su ilusión por viajar contigo, viajar...cuánto me gusta, poder tocarle la pierna cuando conduces, que te mande a la mierda o peor, que no te diga nada pero le cambia el carácter cuando jugando al parchís por pareja te la comes " por el bien del equipo", desayunar en el Mona Lisa y ver que en el biwenger empiezan a mirarte desde atrás..., pedirte un zsa zsa o una milhoja de turrón, abrazar a tu perro por la noche durante 1 minuto mágico antes de que la bola de pelo se vaya al suelo, disfrutar de una buena peli, y todo, todo eso, sabiendo que hay gente a la que quieres mucho, muchísimo.

Hace poco escuché a un filósofo en la radio decir que después de siglos y siglos de historias, de guerras, de miserias, de bonanzas, de injusticias, de victorias, de todo lo imaginable, el motor de todo es el amor, y puede ser el tipo de amor que usted quiera, el que le haga feliz. A mí cada vez me hacen feliz cosas más sencillas, se acotan las preocupaciones a la salud, los tuyos, que el Madrid siga ganando, poder viajar, conocer y ver cómo disfruta la que te acompaña, que León no muerda a los gatos, que mis hermanos estén bien, que mis amigos reconozcan de una vez ya que el futbolista del grupo era yo, y poco más.