S. J.

Hace tiempo, mucho tiempo, no es de ahora, que la política se convirtió en un ejercicio de hipocresía pero sobre todo de egoísmo personal y grupal.

Llegado el momento de aprobar los presupuestos Generales del Estado, uno de los más sociales de la historia según los expertos, la unión de fuerzas antagónicas pero que se retroalimentan, confluyen para perjudicar a un buen número de ciudadanos y para, ya de paso, alimentar el ego de varios actores de nuestra vida política.

Y he aquí, que envolviéndose en banderas, símbolos y demás ridículos cachivaches, la derecha nacional encarnada por PP y Ciudadanos (los de la bandera de España en propiedad, como si los demás españoles que no los votan fueran de Nueva Zelanda), y la derecha catalana, los del 3 per cent, lacitos amarillos varios y esteladas a doquier, se unen cual matrimonio que discute y pelea pero se quieren y se necesitan mutuamente para dar al traste con unos presupuestos que, a priori, iban a mejorar la vida de muchos españoles.

Y ahora, con las elecciones generales de fondo, volveremos a escuchar la retahíla de reproches y quejas múltiples de un lado y de otro, mientras que los españoles de a pie nos enfrascamos en charlas y discusiones de barra de cafetería para defender a "los nuestros".

Triste realidad la que vive nuestro país en este sentido, y ya no solo por la poca altura de miras de nuestra clase política y la imagen internacional, sino porque seremos nosotros, los de a pie, los que defenderemos a capa y espada a unos "líderes" cuyo único objetivo es su satisfacción personal y su enriquecimiento patrimonial.

Me cuesta pensar que los catalanes, amparados en unas demandas legítimas pero inconstitucionales, no sepan que, de ganar la derecha unas nuevas elecciones generales, se encontrarán con un gobierno central mucho más hostil y menos dialogante que el actual. Pero, ¿y si es eso precisamente lo que quieren? ¿Qué sería del Real Madrid si no existiese el Barca o viceversa?

Me cuesta trabajo pensar que la derecha española, que, como casi todos los políticos nos toman por tontos pero quiero pensar que ellos de tontos no tienen un pelo, no sean capaces de entender que, por mucho 155, 56, o 57, que apliquen, el problema catalán no se va a solucionar con juzgados, tribunales y mano dura, porque es un hecho que la mitad de Cataluña no se siente española (grande el trabajo del PP de Rajoy para conseguirlo)

Pues nada, vayamos a elecciones, fomentemos la confrontación, discutamos en nombre de no sé qué o quién como si la vida nos fuera en ello y de paso debilitemos la sanidad, la educación, las pensiones, funcionarios, etc.

Ea, a quién Dios se la dé San Pedro...