Decía Karl Polanyi hace décadas, muchas décadas: “permitir que el mecanismo del mercado sea único director de la suerte de los seres humanos terminaría en la demolición de la sociedad. Las faltas y excesos de dinero resultarían tan desastrosos para los negocios como las inundaciones y sequías para la sociedad primitiva”.
Premonitorio, ¿verdad? Demos por hecho que cada uno de nosotros tiene un punto de vista sobre las cosas (opinión…) Demos por hecho que esos puntos de vista son totalmente legítimos y que debemos respetarlos. En la capacidad del ser humano para percibir la diversidad descansa una de nuestras mayores riquezas, entre otras cosas porque nos hace adoptar una postura relativista ante aquello que no encaja con nuestra forma de pensar, o sea nos enriquece.
Demos por hecho que aunque creamos que somos totalmente objetivos al opinar sobre algo, eso no deja de ser una falacia, un engaño. Cuando opinamos sobre lo que vemos y escuchamos no podemos abstraernos de la sociedad en la que hemos nacido y en la que nos hemos socializado. Es imposible observar la realidad desde una absoluta neutralidad. Y cuando escribo soy perfectamente consciente de que mi opinión está totalmente influenciada por el contexto, por la educación recibida y por la sociedad en la que vivo, o sea, es imposible que pueda ser objetivo, ni yo ni nadie. Es lo que en Etnografía se conoce como intersubjetividad, o en cristiano: todas las conductas y realidades que describimos están cargadas de subjetividad; no solo cuando digo que mi niño es muy guapo y buenísimo (amor de padres), sino en situaciones bastante más triviales: el penalti que le han pitado a Cristiano me parece clarísimo cuando esa misma acción a Messi en el otro área me parecería cuanto menos dudosa. Y todo ello lo hacemos creyendo que somos objetivos, estamos totalmente convencidos, sin darnos cuenta de que no podríamos serlo aunque quisiéramos.
¿Y por qué todo esto? Pues porque por mucho que intento ponerme en la situación de nuestros gobernantes, comprender que gobernar no debe ser fácil, que las presiones deben ser tremendas, por mucho que intento ponerme en la situación de quiénes los votan, por mucho que intento comprender que esas personas tienen opiniones tan respetables como las mías, por mucho que intento empatizar con los que dicen que los otros que vengan no lo harán mejor que estos de ahora, por mucho que una y otra vez lo intento, no puedo dejar de ver la realidad (los hechos), y esa realidad que observo, como he dicho antes desde mis propias experiencias y vivencias, no me deja sino una sensación de impotencia y frustración, porque simplemente me parecen una aberración que va en contra del sentido común y que destruye los conceptos más básicos de justicia.
Y esos hechos, abierto estoy a que alguien debata conmigo sobre ellos y quiera rebatirlos son, entre otros que:
Infinidad de padres no pueden darle de comer a sus hijos porque no pueden, no porque sean unos “flojos” irresponsables que no quieren trabajar.
Infinidad de personas tienen un contrato de 40 horas semanales cobrando 400 euros o menos cuando en realidad trabajan mucho más de esas 40 horas.
Infinidad de políticos sin escrúpulos, a fecha de hoy y hasta que se demuestre lo contrario pertenecientes a los dos partidos mayoritarios del espectro político español, malversan, cometen cohecho, tráfico de influencias, apropiaciones indebidas, prevarican, resumiendo, sin ningún tipo de remordimiento moral delinquen, mientras que el grueso de la ciudadanía ve recortados sus derechos más fundamentales.
Infinidad de ricos en España son cada vez más ricos mientras que una infinidad mayor aun de pobres son más pobres, haciendo de España el tercer país con mayor desigualdad social de la Unión Europea.
Infinidad de jóvenes tiene que marcharse de España, de esta España llena de patriotas donde muchos se llevan el dinero a Suiza…, para buscar un trabajo digno y poder sobrevivir como personas.
Infinidad de científicos españoles tremendamente preparados tienen que emigrar a otros países, incluso a Ecuador… fíjense, para desarrollar sus carreras porque aquí en España los recortes en I más D han dejado a la comunidad científica sin otra opción.
Infinidad de personas son tratadas como antisistemas por protestar contra lo que creen injusto, por pretender vivir en un mundo más igualitario, mejor, por luchar contra privatizaciones de servicios básicos como educación y sanidad en los que se fundamenta buena parte de nuestro Estado del Bienestar, muchos incluso son hasta multados. Eso sí, los defensores del sistema saquean, destruyen, arrasan las arcas públicas para llevarse el dinerito calentito a paraísos fiscales, esos sí, esos son los que quieren y aman a España.
Ojalá llegue el día, y espero que no tardemos mucho, en que la ciudadanía despierte, ya lo está haciendo, pero aún queda bastante, y sea capaz de darse cuenta de lo que realmente pasa y de donde se les puede hacer daño de verdad. De opinar por sí mismos y no por lo que ven en una televisión totalmente al servicio de intereses oscuros… Ojalá pronto todos dejemos de protestar en conversaciones de bares, cafeterías y cenas de amigos (que está muy bien) pero traslademos esas quejas al único lugar donde a fecha de hoy se pueden cambiar las cosas, y eso ocurre cada cuatro años. Y yo no olvido, no olvido los hechos.