S. J.

"Me han hecho daño", "fue injusto/a conmigo", "no me merecía un trato así", ¿por qué me ha hecho esto?"

¿Cuántas veces a lo largo de nuestra vida habremos dicho estas o parecidas frases?

Relaciones rotas porque "nos" dejan, amistades fracturadas por "culpa del otro", familiar que se aparta "por su culpa"

Tendemos, no sé si por educación o por supervivencia o egoísmo, a juzgar los actos de los demás cuando nos hacen daño de manera in misirecorde.

Llamamos a ese amigo cuando esa novia nos dejó, llamamos al hermano cuando ese amigo nos falló, llamamos a la pareja cuando ese hermano nos decepcionó.

Pero, ¿Y al revés? ¿Juzgamos nuestras acciones con la misma severidad que juzgamos a las de los demás? 

¿No será que si soy yo el que deja a mi pareja tendré motivos que lo justifican? Y si es así, ¿Pienso en los motivos que justifican la decisión del que decide dejarme a mí?

Viendo "La gran belleza", que dicho sea de paso me parece una obra maestra, de entre los muchos diálogos que se producen en la película, una pregunta y su respuesta me dejaron pensativo:

A) ¿"Te han decepcionado mucho, verdad"?

B) "Yo he decepcionado mucho"

No sé por qué, creo que con el paso de los anos, nos pesarán más nuestras decepciones para con los demás que las que nos causaron a nosotros.

Hacer daño a personas que quieres parece algo inevitable en el devenir de nuestras vidas. De la misma forma que ser sábados por otros es la otra parte inefable de la moneda.

Infinidad de veces, creo, habremos sido mucho más severos con el otro que con nosotros mismos cuando realizábamos las mismas acciones, aunque siempre buscaríamos la manera de aliviar nuestras conciencias a base de justificaciones subjetivas.

Si, por ejemplo, fuiste "infiel" (que poco me gusta esa palabra), a tu pareja porque pasabas una mala racha, tienes que estar dispuesto/a a aceptar que el otro, la otra, también puede pasar una mala racha contigo; ¿lo estás?

Difícil, muy difícil ser justos, coherentes e imparciales, porque el daño que sufrimos nosotros nos parece más duro que el daño que sufren los demás por nuestras acciones.

Y esto, que vale para las relaciones sociales, vale para todo: política (no puede ser que los "míos" lo hagan todo bien y los "otros" todo mal), para el fútbol (no puede ser que los penaltis injustos se los piten siempre a mi equipo), para las religiones (no puede ser que los "otros" sean todos malos y los "nuestros" todos buenos), o para el trabajo (no puede ser que los "otros" estén siempre equivocados y el que acierta sea yo).

Bueno, piénsenlo, si quieren.