- Recuerdo con cierto regusto amargo, ahora que el frío aprieta, que durante el tiempo q viví y trabajé en Londres, como luggage porter que era y como doorman, cuando un cliente se marchaba del hotel y quería un taxi y no había ninguno en la puerta, teníamos que ir a la esquina de la calle a esperar que pasase alguno y llamarlo.

Recuerdo, de las muchas noches, una en concreto, era enero y hacía dos grados, teníamos un chaquetón que nos poníamos, pero aun así recuerdo que el frío me calaba. 

Eran apenas cien metros lo que separaban la esquina del hotel, pero esa noche parece que no hubiera taxis en Londres. 

Fueron unos quince minutos, no más, aunque a mí me parecieron muchos más. Yo, con mi chaquetón, abrigado, esperándome un cafelito al volver al hotel, que frío pasé. Sabía que me iba a poner malo y así fue, cogí un constipado curioso.

Nada que ver con los refugiados que huyen, repito por si alguien aún no lo asimila, huyen de un país en guerra, huyen de la miseria dejándolo todo atrás, todo.

Temperaturas de varios grados bajo cero, colas para recibir un plato de no se qué, sufrimiento evitable, sufrimiento en carne propia y sufrimiento al ver a los suyos de esa manera: hijos, mujer, marido.

No quiero ni pensar el frío que están pasando, no quiero ni pensar las enfermedades que pueden estar cogiendo, el sufrimiento que todo eso conlleva, sufrimiento que, por otra parte, es el paradigma de la hipocresía, de la mentira, de lo terriblemente cruel que puede ser la Unión Europea, paradigma del Estado de bienestar y de la solidaridad...

Si tuviesen voluntad lo arreglarían en un plis plas, pero claro, no cabemos todos y quién sabe cuántos de ellos son asesinos letales aunque tengan diez años...

Mientras tanto los partidos xenófobos avanzan en las encuestas a pasos agigantados y los no xenófobos no se arriesgan a perder votos.

Si a eso le añadimos que además son tan malvados que vienen a quitarnos los trabajos pues... Y dado que no puedo meterlos en mi casa, argumento contundente de los que critican a los que piensan como yo (curiosamente muy "católicos", muchos de ellos), solo me queda buscar la autocrítica personal. ¿Qué hago yo por cambiar eso? ¿Qué hago yo para ayudarlos? Nada, la verdad. Cero. Si acaso desahogarme aquí. A todas luces insuficiente y en muchos sentidos alarde de la hipocresía que tanto critico. 

Esa es mi pena, que no hago nada.

Solo sé que siento pena por ellos, que me da igual que sean musulmanes, budistas, hebreos, evangelistas o de la secta del sol naciente, me dan mucha pena, porque solo veo seres humanos que sufren. Me da igual ver sufrir a un perro en mi calle que en Perú, solo siento pena con el dolor ajeno, Pinochet al margen.

Mientras tanto seguiré matando mi conciencia de esta forma hipócrita, pero yo, que no voy a misa desde la primera comunión, pienso y siento que Jesús, aquel de Nazaret, está más con ellos que muchos que dicen "señor ten piedad" cada domingo.