Dicen los médicos que la actitud a la hora de afrontar una enfermedad es fundamental en el desarrollo de la misma. 

Hasta el punto, observan, de que hay personas que son capaces de vencer enfermedades tales como el cáncer, con su actitud.

¿De verdad que la actitud tiene tal fuerza motora?

¿Hasta el punto de vencer o no a una enfermedad de ese tipo?

Mi opinión al respecto es que hay casos en los que ni siquiera la actitud y las ganas de vivir son suficientes cuando la enfermedad te pilla por sorpresa. Tuve, desgraciadamente, la oportunidad de comprobar de cerca que ni siquiera unas inmensas ganas de vivir garantizan la victoria.

Pero llevado a otros aspectos menos extremistas de la vida, sí que creo que la actitud puede obrar milagros.

Me gustaría vivir en un mundo mejor, me gustaría que la gente sufriera menos, pero mi capacidad para lograrlo es muy limitada, limitadísima.

Desde el irrisorio y surrealista "no máster" de Cifuentes hasta la masacre diaria en Siria (tema que me hunde en la más absoluta de las miserias), el 90 % de las cosas que veo o leo respecto a lo que pasa en el mundo me causan pena.

Opino que las personas, no sé si llevados por el individualismo anglosajón imperante, por las prisas de la vida, o por las circunstancias concretas de cada uno, estamos predispuestos al conflicto. Lo observo en los temas de Estado, pero sobre todo en el día a día, en personas que me rodean. Como diríamos "estamos a la que salta".

Y puestos a aceptar que cambiar el mundo es un objetivo demasiado utòpico, podríamos empezar por algo más sencillo y que solo depende de nosotros: cambiar nuestra actitud.

Si cuando nos acostásemos por las noches y repasáramos nuestro día, fuésemos capaces de visualizar todos aquellos comportamientos que no nos han gustado de nosotros mismos/as,  aquellos que cambiaríamos si volviésemos 24 horas atrás, y nos prometiésemos no volverlos a realizar, seríamos personas un pelín mejores y el mundo sería un pelín mejor.

Y esto va desde los más insignificantes detalles a cosas más importantes. Si fuésemos capaces de no contestar mal a tu pareja, de no hacerle eso que le molesta a tu amigo, de no discutir con tu hermana por esa chorrada, de hablarle mejor al dependiente de la tienda que se retrasa al despacharme, de no pitarle al coche de delante por pararse en el semáforo que se pone en amarillo, de ayudar a la señora que se monta en el autobús con dos bolsas de la compra, de no reñirle a tu hijo por la travesura de niño que ha cometido, de rectificar a tiempo eso que he hecho y que sé que está mal, de pedirle perdón a la gente cuando me equivoco, de contestar con educación al que te habla mal, de cuidar mi lenguaje cuando me enfado, de ser más sinceros con la gente en general y con los que queremos en particular...si fuésemos capaces de todo eso, no me cabe la menor duda de que tendríamos un mundo mejor.

Intentar vivir haciendo el menor daño posible a los demás; dejando que sea el sentido común y el raciocinio quienes gobiernan tus actos y no los impulsos y el carácter.

Y todo, todo absolutamente se puede entrenar. Porque opino que la única manera de cambiar a los demás es empezar por cambiar tú mismo. Solo con el ejemplo seremos capaces de hacer que la conducta de la suma de individuos haga mejor al grupo.

Tú y solo tú puedes cambiar el mundo.