Todos mentimos, el que diga que no lo hace vuelve a mentir. Hace poco vi una encuesta sobre las veces que mentíamos al cabo de un día y me sorprendió ver que no eran ni una, ni dos, ni tres…

Pero para hablar sobre la mentira tenemos que conceptualizarla primero, ¿qué es mentir? Si decimos una mentira creyendo que lo que decimos es verdad no estamos mintiendo realmente ya que falta el animus de mentir, la intención de mentir.

Pero si sabemos que lo que decimos no se corresponde con lo verdadero, con lo real, entonces si hay engaño y podemos hablar propiamente de mentir.

Ahora reflexionemos un poco, ¿podría existir, ser posible un mundo sin mentiras? Muchos han defendido que no. Imaginemos algunas situaciones: tu jefe te invita a comer a casa y tras la cena te pregunta: Ramírez, ¿buena la cena que ha preparado mi mujer, verdad? Pues Sr. González, la verdad es que la cena estaba horrible y el vestido de su mujer se parecía a la cortina del salón de mi casa. Hola Marta, ¿qué tal? Mira, acabo de ir a la peluquería, necesitaba un cambio y me he hecho esto, ¿te gusta? Mira Patricia, yo iría al peluquero para que me devolviese el dinero. Pedro, ¿qué guapo está mi hijo vestido de marinero para la primera comunión verdad? Mira Jesús, tu hijo no está guapo aunque le pongas una careta de Brad Pitt.

Para muchos mentir en estas situaciones no sería realmente una mentira, pero sí, sí que lo es; aquí no diferenciamos el tipo de mentira, simplemente mentimos, aunque pudiera ser un tipo de mentira útil como aquella de la que hablaba Santo Tomás de Aquino.

O sea, prescindiendo del aspecto moral, de momento, podríamos decir que la mentira es una herramienta social que nos permite tener relaciones, convivir con tus vecinos, sobrellevar tu trabajo, etc…

Pero es que yo precisamente en lo que quiero centrarme es en el aspecto moral de la mentira. Y aquí no podemos sino recurrir a la filosofía.

Platón defendía el derecho de los gobernantes a mentir descaradamente al pueblo bruto para su correcta “indoctrinación”. Interesante.

En el polo opuesto Kant, siempre Kant, y su imperativo categórico. Kant dijo aquello de que: “es preferible dejar morir a alguien que mentir por su salvación”.

Pero siendo más contemporáneo voy a poner el énfasis en un filósofo de nuestro tiempo: David Livingstone. Argumenta que el ser humano es un animal y que en la naturaleza tanto los animales como las plantas mienten, mienten constantemente. Incluso argumenta que para mentir no hay que hablar. La mujer que se pone implantes mamarios, el hombre que se pone peluquín, el maquillaje, la forma de comportarse en una reunión formal de trabajo, tu amabilidad con tu jefe, tus respuestas en una entrevista de trabajo, tu primera cita con un chico o una chica.

La pregunta es pues ¿ por qué mentimos? Respuesta: porque si puedo deformar tu percepción de la realidad para conseguir una ventaja lo haré; el hombre lleva desde sus orígenes haciéndolo: por comida, por encontrar pareja, por encontrar la mejor zona para establecerse.

Y lo inquietante es no porque mentimos a los demás, sino porque nos mentimos a nosotros mismos. Y eso solo puede hacerlo el ser humano. “Si escondes la verdad de ti mismo será mucho más fácil esconderla de los demás” (David Livingstone).

Cuando el presidente de Extremadura, señor Monago, es capaz de plantarse delante de un micrófono y decir: 1) Eran viajes de trabajo los que hice a Canarias. Cambiar 48 horas más tarde para decir: 2) Voy a devolver el dinero de todos los viajes que he realizado (Aquí surge la pregunta: si eran de trabajo ¿para qué vas a devolverlo? Y 3) No voy a devolver nada porque he sido objeto de una conspiración contra mí y contra Extremadura, porque el que me ataca a mí ataca a Extremadura (sic); cuando es capaz de decir todo eso y además convertirse en víctima, alegando que su familia está sufriendo, alegando que no tiene parabólica(sic), alegando que sabe lo que es tener callos en las manos porque ha trabajado el campo (sic), cuando es capaz de hablar de vuelos, 32, o viajes, 16, según le conviene, cuando es capaz de llevar al terreno personal lo que no deja de ser un asunto de malversación de dinero público, cuando todo eso pasa, yo me pregunto: ¿ se va a la cama sabiendo que está mintiendo o llega a creerse sus mentiras?

Cuando dice que tiene un papel del Senado que certifica que ha hecho 16 viajes a Canarias por motivos de trabajo cuando en realidad lo que dice ese papel es que ha hecho 16 viajes pero no se especifica el motivo. Cuando dice que se reunió con senadores en Canarias y a la vez un senador canario dice que jamás se ha reunido con ese señor en el archipiélago, cuando dice todo eso, ¿se lo cree?

Yo creo que no, en lo más profundo y silencioso de su habitación cuando llega la noche pensará: sí, claro que miento, lo sé yo, lo sabe mi mujer, lo saben mis hijos, lo saben mis compañeros de partido, los de aquí y los de Madrid, lo saben en Canarias y lo sabe hasta mi perro, pero he salido airoso y lo que es mejor, mucha gente me ha creído. He montado mi puesta en escena, he preparado mi estrategia y lo he conseguido. Seguramente habré salido hasta reforzado. Fijo que me siguen votando.

Pero no puedo dejar de preguntarme: con todo lo que se sabe ya sobre el asunto, ¿cómo puede alguien medianamente objetivo creerle? ¿Tan fanático es el ser humano? Y es aquí cuando me acuerdo de Platón y de su pueblo…