Vinícius Junior, durante un partido contra el Valencia en Mestalla
Vinícius Junior, durante un partido contra el Valencia en Mestalla

Empecemos por decir que en todo este asunto hay mucho de hipocresía y aún más demagogia.

Por partes, el racismo es una lacra, una lacra que existe desde hace siglos pero que perdura hoy día, en Estados Unidos, por ejemplo, siguen sin condena policías a los que han grabado matando a algún que otro negro a quemarropa.

Demagogia porque siendo una lacra, si en vez de ser contra Vinicius los insultos son contra X del Valladolid o contra Y del Elche, evidentemente, no pasa esto, y debería ser igual.

Demagogia porque si te da por ir a ver un partido de fútbol de alevines o infantiles por los campos de España, verás como padres, con sus hijos en el campo y dándoles ejemplo de civismo..., dicen de todos a los niños del equipo contrario o al chaval que hace de árbitro, y si el el árbitro es una mujer... ni te cuento.

Demagogia porque sin intentar igualar o comparar los insultos y el menosprecio, el otro día en el Sevilla-Betis, le dijeron de todo a Joaquín y no he visto nada en la tele al respecto.

Demagogia porque el fútbol es el opio del pueblo y si se para tenemos un problema serio: ¿cómo entretenemos a la masa para que no piense en la inflación,  las hipotecas, el paro o la sanidad? Si cada vez que una, una sola persona en un estadio empezase a gritar improperios el árbitro dijese, "partido suspendido", en un mes no había gritos.

Y sobre todo demagogia porque como personas y como sociedad nos falta mucha educación, desde las casas a los colegios, habría que dejarse de tantas raíces cuadradas que jamás me sirvieron para nada (ojo, no digo eliminarlas), y empezar a meter asignaturas de respeto, convivencia, derecho humanos, tolerancia, etc, etc. Y recuerdo que hay partidos políticos en nuestro espectro que hacen de todo lo que he dicho anteriormente papel mojado, partidos a los que votan miles y miles de españoles. Decir que un mena cobra 4700 euros, aparte de una falacia es racismo. O decir, como dijo el otro día un candidato de Vox a una alcaldía de un pueblo de Madrid: "yo estoy en contra de la violencia de género porque vivo con mi madre o mi abuela". Claro, pues tiene razón.

E hipocresía porque como sociedad no nos gusta aceptar nuestros defectos. Claro, claro que no todo el estadio profería insultos, pero claro que somos una sociedad racista, igual que somos machistas, gordofóbicos y mil cosas más, lo somos aunque pensemos que no. Estaría bien por empezar a reconocer los defectos, y ojo que no hablo de España, hablo de Reino Unido, Francia, USA, Polonia, pero también de Irán, Arabia Saudí, Cuba, Perú, Colombia, claro, claro que somos racistas, y se acepta. Es como cuando nos duele tanto a los españolitos reconocer que masacrados a los indígenas cuando descubrimos América, los masacramos y los esquilmamos, como han hecho todos los imperios a lo largo de la historia, hicimos lo que han hecho todos los imperios, sin más.

Mientras que no cambiemos los valores, el paradigma y no eduquemos desde pequeños a los niños y les enseñemos, desde el ejemplo, que hay que respetar la diversidad, que hay que ser tolerantes, que la mujer, el discapacitado, el negro, el "sudaca", el gordo, el transexual, el "maricón", el, el, el..., no son diferentes, la batalla está perdida.

Hipocresía, sí,  porque el racismo, como otros ismos más están institucionalizados, no es un problema coyuntural, es un problema estructural, pero es mucho más cómodo derivar la responsabilidad a las personas, en vez de mirarnos como sociedad en su conjunto.

La palabra clave es educación, sin educación el partido lo hemos perdido.