Como tantas otras cosas todo empezó con un gesto. Un gesto políticamente medido, aunque con las gafas de un miope. Todo comenzó cuando en aquel desfile José Luis Rodríguez Zapatero efectuó una declaración de principios al paso de la bandera de los Estados Unidos de América. Aquel acto dejó claro el pensamiento del presidente del Gobierno: no estamos en el mismo bando. Porque eso fue exactamente lo que quiso manifestar.

Se trataba de alardear de independencia de criterio con respecto a Estados Unidos por una parte, y por otra, mostrar una unión consustancial a la causa europea, que por supuesto, era entendida por nuestro presidente del gobierno como contrapuesta a Norteamérica. Es decir, la Unión Europea sólo podía ser comprendida en su esencia política como contrapuesta a Estados Unidos, si es que quería tener entidad propia.

Por el mismo motivo que Rodríguez Zapatero manifestaba su desprecio por el símbolo al que todos los ciudadanos de los Estados Unidos juran lealtad desde niños, manifestó después su oposición a la globalización: ambos representan un mundo y unos principios a los que el presidente detesta.

Sin embargo, a lo largo de estos años la real politik se ha impuesto y ha hecho que, para seguir adelante con su forma personalísima de entender la política, haya tenido que realizar otros gestos para camuflar o enmascarar sus verdaderos pensamientos. De esta manera se puede entender su apoyo al entonces candidato y hoy presidente de los Estados Unidos de América Barak Hussein Obama.

El intento de camuflaje no funcionó; y ni sus socios europeos cuya opinión sobre él es algo más que lamentable, ni el presidente Obama, cuya paciencia protocolaria con nuestro enaltecido clown, no llegará más allá del final de la presidencia española de la Unión, han tenido el menor problema en llamar a capítulo en público al presidente del gobierno de España y leerle la cartilla sin miramientos.

Las consecuencias han sido la toma de medidas económicas de urgencia, absolutamente imprescindibles para la estabilidad europea e internacional.

Ustedes se preguntarán, con razón, cómo es que ahora somos tan importantes como para provocar que dos Jefes de Estado como Obama y Sarkozy, y la presidenta del país más fuerte de la Unión como es Ángela Merkel, pidieran a gritos que alguien parara los pies a Zapatero. La respuesta es compleja en sus causas pero, sin embargo, sencilla de exponer.

En primer lugar la política del gobierno de absoluto desahogo en el gasto, en un país de mas de 46 millones de habitantes como el nuestro, suponía un ejemplo poco edificante para países en situaciones de recesión similares, y a los que se había obligado a adoptar dolorosísimas medidas de ajuste económico. Además, el descontrol económico del gobierno español estaba a punto de provocar tensiones especulativas de tal calibre en los mercados que ponían en peligro, y aún la ponen, la existencia de la zona euro y la propia estabilidad del dólar.

Lo costoso que podría resultar el rescate de una país como el nuestro de una bancarrota económica y financiera como la que sufrieron Méjico o Argentina en su momento, pondría en jaque la recuperación mundial de la crisis; y produciría tensiones sociales y geoestratégicas inadmisibles.

Imagínense ustedes por un momento, y Dios no lo quiera, la Administración Pública en suspensión de pagos y los funcionarios, incluidos fuerzas armadas, policía y personal sanitario sin cobrar los salarios. Piensen en millones de desempleados sin subsidio y en hipotecas ejecutadas por morosidad. Intenten reflexionar, sin que se les acelere el pulso y sin que se les erice el pelo, en neveras vacías, niños sin colegio, gasolineras sin combustible y supermercados colapsados.

Apocalíptico puede ser, pero les aseguro que hemos estado a poca distancia de no ser exagerados; es mas, a algunos dirigentes y a pesar de las medidas ya tomadas, todavía no se les quita la zurrapa de encima. Hacen bien

Pues como les decía,además del mal ejemplo, además de la amenaza contra la existencia del propio sistema económico mundial, se daba el hecho de que el presidente Zapatero era y es presidente de turno de la Unión y seguía comportándose de manera absolutamente irresponsable, sin oír ni advertencias ni consejos que le han ido llegando con tiempo suficiente y en cantidad abrumadora, desde diversos organismos nacionales e internacionales. En definitiva, y de manera imperativa, había que darle un toque.

Los Dirigentes europeos por pura cortesía e imagen de unidad política y de estabilidad no podían ni querían dárselo, así que le pidieron el favor al presidente Obama, que siendo objeto de la admiración del político leonés, tendría más opciones y las manos libres para decirle lo que fuera menester.

Así se decidió y así se hizo; y tanto éxito tuvo Obama en su gestión que las medidas del dolor fueron aunciadas casi de inmediato. Lo que empezó con un gesto finalizó con otro gesto y así una brabuconada en un desfile acabó con una bajada de pantalones majestuosa y en público, que no por necesaria e imprescindible, ha dejado de ser menos vergonzosa y humillante.

Vergonzosa no porque las medidas no sean necesarias, sino porque se dictan desde fuera de nuestra sociedad dando la sensación de que importamos más a los de fuera que a los de casa y que valemos más muertos que vivos.

Vergonzosa porque no se acepta la responsabilidad en los hechos y no se buscan medidas para reactivar la economía productiva, algo tan imprescindible como las soluciones adoptadas; pero esto es coherente porque el gobierno de Zapatero hace tiempo que dio la situación por perdida y al país por imposible, lo mismo que hizo Felipe González.

Vergonzosa porque el supuesto enemigo americano del que denostó nuestro presidente, es el que transmite el mensaje que no se atreven a transmitir los supuestos amigos de los que hemos abusado, y ante los que nuestro presidente aparece como un lunático fuera de control.

Humillante porque nuestro país no se merece que un atajo de mentirosos, liantes, sopistas, catarriberas, calabobos y rasca nalgas lo dejen en cueros y se vallan de rositas de vacaciones a Marraquech.

Zapatero es un político de comienzos del siglo XX, habría sido feliz en la España republicana y habría podido predicar con el ejemplo en el Congreso de los Diputados en el 31 y en las trincheras en el 36. Su discurso y sus formas y principios políticos son más de la tercera internacional que de la actualidad; sus simpatías están con un mundo y una ideología que murieron con la caída del muro de Berlín y que intentan sobrevivir convertidas en pensamiento antiglobalización.

Se ha terminado el tiempo de los gestos ahora toca arrimar el hombro; lástima que a nuestro presidente no se le de bien lo del trabajo, porque si no ahora tendría una oportunidad de oro.