El lobo empieza a girar alrededor del chico, el pelo negro como el azabache, los ojos ensangrentados; el gigantesco lobo olfatea, saboreando el olor del inminente bocado. Al chico no le sobrecoge el temor, simplemente es más consciente de todo lo que le rodea: el aire frío en sus pulmones, los pinos. Su pulso es firme, ¿su forma física? Perfecta.