Las nuevas generaciones tal vez ignoren quién era Susan Atkins, miembro destacado del clan de los Manson, que participó el 8 de agosto de 1969 en el asesinato de Sharon Tate, mito sexual de Hollywood y esposa embarazada de Roman Polanski. La actriz fue apuñalada por Susan, una morenita delicada y ansiosa que falleció la semana pasada en prisión. La asesina se creía enamorada del profeta Charles Manson, que también ha cumplido 40 años en prisión y no tiene visos de salir, ni siquiera en libertad condicional.
Hace sólo unos meses que la foto carcelaria de Charles Manson fue renovada por la prisión en la que cumple condena. Él fue el inspirador de la orgía de sangre que tuvo lugar en el 10050 de Cielo Driver, en Beverly Hills. Ted Watson, Patricia Krewinkel y la propia Atkins eliminaron a Tate y sus invitados, Jay Sebring, Abigail Folger y Voytek Frykovski. Previamente habían disparado sobre el amigo del jardinero que salía en su coche.
La bella Sharon Tate suplicó a Susan Atkins por su vida y por la de su bebé, pero con una risa sarcástica ésta le abrió el vientre, le cortó los pechos y la apuñaló hasta 16 veces. Fue condenada a muerte, pero al cambiar la ley en California la pena le fue conmutada por la cadena perpetua
Ni olvido ni perdón
El mismo tratamiento recibieron el gurú asesino, Charles Manson, y todos sus compañeros. El 24 de septiembre murió en la prisión de Chowchilla implorando la libertad, que no le fue concedida. Pese a sufrir un tumor cerebral y estar prácticamente inútil, ni la sociedad ni la justicia la perdonaron. En Estados Unidos era simplemente Sexy Sadie, de quien se recordaba el detalle de que quizá probó la sangre de su víctima.
En las mismas condiciones de castigo, enfermo y en silla de ruedas, está el «asesino del lápiz de labios», autor de tres asesinatos en 1946. William Heirens ha suplicado sin éxito la libertad condicional desde que alcanzó la triste marca de ser el recluso más antiguo. Heirens ha cumplido 63 años de prisión, pero no se olvida su imperdonable asesinato de una niña, con aquel mensaje dramático escrito en la escena de uno de sus crímenes de asesino en serie: «Por favor, deténganme, estoy fuera de control».
Heirens ha envejecido tras las rejas y ha visto rechazados los numerosos recursos de su abogado. Otro que puede entender su desesperación es Mark David Chapman, el asesino de John Lennon, el hombre que el 8 de diciembre de 1980 pidió un autógrafo en el álbum «Double Fantasy» y, horas más tarde, disparó por la espalda al gran genio de la música.
Curiosamente Yoko Ono, la mujer japonesa de Lennon, se ha opuesto varias veces a que lo dejen en libertad bajo el temor de que pudiera volver a atacar a su familia. En los tiempos felices de «da una oportunidad a la paz» John y Yoko cantaban alegremente: «Jueces a la cárcel, asesinos a la calle». Pero los tiempos han cambiado.
Tanto la tribu de Manson como Chapman y Heirens han cosechado una fama tan extensa y profunda que tal vez no alcancen jamás el perdón de la sociedad. Los americanos han visto morir a Susan Atkins en su cama carcelaria sin conmoverse ni permitirle respirar aire libre. Los más ancianos recuerdan su belleza y su ligero bozo sobre el labio cuando era una hermosa «groupie». Estaba casada con un abogado que intentó hasta el último momento que la dejaran morir en libertad, pero ni siquiera logró el perdón de la hermana de Sharon Tate, que todavía hoy evoca la indefensión del sobrino nonato que habría cumplido 40 años por estas fechas.
Por cierto que pocos años más tarde, Roman Polanski, quien hoy sufre prisión preventiva por un asunto ocurrido hace más de 30 años, tuvo que salir huyendo para librarse de la condena por violación de una menor de 13 años, al parecer en una fiesta. Polanski ha estado tres décadas como prófugo de la justicia, pero la implacable mano de la ley ha acabado estrangulándole. El presunto delito del cineasta es uno de los más repugnantes que pueden cometerse en el país de las barras y estrellas. Las condenas perpetuas en EE UU son algo más que meras palabras. Ahora pese a las protestas plañideras de un importante sector del cine mundial, la Justicia tratará de hacer prevalecer la ley sobre el delincuente, aunque este sea artista y famoso.