El Duque... de carne y hueso
¿Es guapo Rafael Medina?, ¿alguna chica se resistiría a sus encantos? Con sinceridad, a mí me aterraría. En contra del fervor del «couché» y sin restarle mérito al mozo emprendedor de bella estampa, personalmente, me arredra. Con su fidelidad al «look british», su pañuelo de hoja perenne y sus corbatas de inusitada sobriedad incluso ha hecho de un defecto –su poderosa nariz– virtud «egipcia», que cuadra con su porte niquelado... Entonces, ¿donde reside el impedimento para salir con ese compendio de virtudes que aúna el duque de Feria? Supondría vivir bajo la guadaña de la minusvaloración estética y la flojera de no dar la talla en la capilla sixtina de los grandes actos del brazo de un galán considerado uno de los señores mejor vestidos de la galaxia. El buen gusto no se adquiere por frotación ni por ósmosis. Estar permanentemente estupenda, vivir con la ceja convenientemente perfilada y el modelito oportuno se me antoja un estrés insoportable. Quizá se deduzcan rescoldos quevedianos entre líneas –«la envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come»– y puede haber algo de cierto... De momento, me tiro en plancha hacia la caja de benzodiacepinas porque llevo 220 palabras hiperventilando.