
Quizás el bocata -que no bocadillo- de calamares de Atocha, o podría ser incluso que el chocolate con churros de San Ginés. Pero, en cualquier caso, parece claro que pocas cosas hay en Madrid más castizas que el tradicional café, copa y puro para poner el punto y final a una copiosa comida.
Sin embargo, el postre más genuino de la Villa y Corte podría convertirse en una reliquia en poco tiempo. La extensión de la prohibición de fumar a todos los restaurantes con la que amenaza el Gobierno ha puesto en jaque a los locales en los que los aficionados al habano encuentran desde hace años su templo...