- miércoles 24 abril 2024
COPENHAGUE- Tokio trató de demostrar en la presentación final que los problemas que le había puesto el Comité de Evaluación estaban solucionados, pero no fue suficiente. Le pidieron más pasión y lo intentaron en la presentación final: «Si no conocen el karaoke se lo presentaremos», afirmó una de sus ponentes mientras movía el cuerpo como si fuera brasileña. Fue exagerado, poco natural. Tokio tenía un proyecto sólido y fiable económicamente, pero con eso sólo no se ganan unos Juegos: no ha sabido venderlo o lo ha querido hacer demasiado tarde.
También le ha perjudicado la cercanía de los Juegos de Pekín y la poca amistad que Japón tiene con otros países asiáticos. Ya se sabe que la votación está a caballo entre lo deportivo y lo político. El espíritu zen al que apelaron para defender su falta de entusiasmo («Pocas palabras, pero llenas de espíritu») no sirvió. El presidente de la candidatura tokiota, Ichiro Kono, admitió ante el COI que, a pesar de la insistencia de que mostraran más pasión no eran buenos en ello. En contraposición resaltaron su otra fuerza, «el trabajo en equipo», y que «cumplimos lo que decimos».
Tampoco la constante alusión a su «proyecto ecológico», al peligro del cambio climático, a su capacidad para generar unos Juegos y desarrollar una ciudad sin alterar el medio ambiente. Por ahí centró su discurso el primer ministro nipón.
Otro factor que pudo haber influido es el del escaso dominio del inglés entre los habitantes, con las dificultades de comunicación que podría plantear para atletas y público. Además, si para algunas ciudades los Juegos eran necesarios, la capital japonesa, con 35 millones de habitantes en su área metropolitana, no precisaba la cita olímpica para llevar adelante su plan urbanístico a diez años.
La anécdota fue la pregunta que le realizaron los miembros del COI a propósito del fuerte olor que podría haber en la Villa Olímpica por la cercanía del mercado de pescado. También fue determinante la falta de apoyo popular, que quedó clara incluso en Copenhague: un grupo de japoneses se plantó en el hotel Marriot con una pancarta en la que pedían que los Juegos no fueran en Tokio. Deseo concedido. Estaba última en las apuestas y no ganó, aunque tampoco fue la primera en ser eliminada. Cayó en la segunda ronda.
Ni en crisis sirvió la chequera
«Tokio garantiza la financiación de los Juegos». Era su punto fuerte. En tiempos de crisis, presumir de solvencia económica y mostrar billetera no es moco de pavo. Sobre todo, cuando uno de los considerados rivales fuertes como Chicago tuvo problemas par convencer al COI de su financiación. Por eso, la cara de Tokio, el primer ministro, Yukio Hatoyama, no dudó en «enseñar el parné» para convencer a los miembros del Comité Olímpico. No le salió bien. Ni en tiempos de crisis el dinero todo lo compra.