fundamentalismo
Opinión

Pinzadas entre el fundamentalismo y la islamofobia

Benjamin Constant, uno de los fundadores del liberalismo democrático francés afirmaba allá en el 1815 que “la intolerancia civil es tan peligrosa, más absurda y, sobre todo, más injusta que la intolerancia religiosa”. La polémica del burkini ha generado otros “debates” que nada tienen que ver con la legitimidad de obligar o prohibir a una mujer a vestirse de una determinada manera, y sí mucho con esos “lugares comunes” tan potencialmente peligrosos: nos invaden, el islam es incompatible con la democracia, la idea de salvajismo, suciedad, mal olor, sumisión, etc. Rezuman odio por todas las rendijas de ese machismo discursivo al que se refiere el sociólogo Diego Gambetta, y que no admite peros. Una opinión tajante, contundente, una verdad absoluta que no permite ni tan siquiera la posibilidad de un diálogo. Se produce una especie de escucha selectiva que acaba desvirtuando el origen del debate, generando nuevas polémicas y que termina por apuntalar definitivamente los tópicos que manejan tanto los medios de comunicación como la sociedad en general. Se produce una censura total, una sordera que imposibilita tender puentes.
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