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Bahman Ghobadi: "No voy a volver a Irán"

Al cineasta iraní Bahman Ghobadi (1969, Bané) ya se le han hinchado las narices. Y por su explosión de cólera ha rodado su película más personal, alejada de manierismos anteriores. Nadie sabe nada de gatos persas se presentó en Cannes, y Ghobadi ha estado puliéndola hasta el último minuto para traerla a San Sebastián, donde participa en la sección Perla de Zabaltegi. Donostia no es nueva para él: con su tercer filme, Las tortugas también vuelan, fue Concha de Oro, y dos años después, en 2006, repitió premio (aunque fue ex aequo) con Media luna. Aquellas historias estaban muy en la línea del cine clásico iraní, ahora ha cambiado radicalmente y en esta ocasión mezcla realidad y ficción para mostrar cómo vive en Teherán, llenos de miedo y rabia, la juventud iraní, que lucha por dar salida a sus venas artísticas. Los protagonistas, un músico y su amiga corista, acaban de salir de la cárcel y empiezan a relanzar su grupo: tienen posibles conciertos en Irán y en Europa. Por eso, para encontrar nuevos miembros, la historia va de banda en banda y de sótanos a pisos franco mientras en la pantalla descubrimos cómo en el país de la Revolución Islámica hay sitio para el hip-hop, el rock indie, el heavy metal (espectacular el momento de los ensayos en un establo), los pasaportes ilegales, la revista New Musical Express, Madonna, 50 cent, Sigur Rós, las raves... Incluso el mismo Ghobadi, que procede del Kurdistán iraní, canta en kurdo en un estudio de grabación al principio.

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