jaimitos

Jaimitos

Los dirigentes autonómicos de Cataluña son unos humoristas camuflados. Para mí, que de cuando en cuando se ponen de acuerdo para divertirse de los demás con sus gamberradas. Les cabe todo en el ombligo, pero a diez centímetros del ombligo, se pierden. Y los catalanes no son así, sino lo contrario, y lo han demostrado con holgura. No se merecen a este grupo de polichinelas, aunque los hayan votado. Barcelona, una de las ciudades más grandiosas del mundo, es hoy la capital de la aldea nacionalista.  Lo que hubiera escrito Josep Pla de esta Cataluña ombliguera. Sociedad callada, como señala Albert Boadella, que es cincuenta veces más catalán que Carod-Rovira, cuarterón de charnego.  Y una jaimitada detrás de otra con el Palacio de San Jaime como escenario.  Lógico y natural.
La última, su proyecto de eliminar la Navidad y la Semana Santa, que pasarían a denominarse «Fiesta de Invierno» y «Fiesta de Primavera».  Laicismo necio. Es de esperar que también cambien el día de «Sant Jordi» y conviertan en espacios laicos la Sagrada Familia y Montserrat.  La fiesta de «Sant Jordi» se llamaría fiesta de «Jordi», que queda menos cristiano. Consecuencia y coherencia.  De San Jorge, «Sant Jordi», «Saint Georges», «Saint George», «San Giorgio», «San Gorka» y «San Xurxo», que es el mismo, se sabe poco. Lo poco que se sabe es lo del dragón, y da que pensar. Era capadocio y soldado de Diocleciano. De Diocleciano vienen directamente los Puigcercós y los Laporta, como todo el mundo sabe.  Además de Patrón de Cataluña, lo es de Portugal y Lituania. Harán bien en borrar su condición de santo, porque a estas alturas de la vida y de la Historia, nadie conoce a ciencia cierta si mereció tamaña dignidad. Y lo de Navidad y la Semana Santa es un golpe de modernidad, sensatez y normalidad diferencial. Esos nacimientos, esas cruces, todo tan español. Cataluña está llamada a rechazar cuanto venga de la llamada «nación vecina». En Francia se celebra la Navidad y la Semana Santa.  También en Andorra. Lógicamente, la «Nación vecina» es España, esa tierra absurda llena de iglesias, cruces, vírgenes y santos. Antiguos y subdesarrollados. Si Dios no existe, no nació y no murió crucificado, se cambia lo que sea y los catalanes se callan y se aguantan, que para eso están. La obligación de los jaimitos es dura y dolorosa. Abrir los ojos a los modernísimos catalanes para que dejen de creer en tonterías. Esos villancicos. Esa música sacra que acompaña la Pasión y Muerte de Jesucristo. Para troncharse de risa. Y como la Navidad coincide con diciembre y enero, y la Semana Santa acostumbra a caer en marzo o en abril, los jaimitos no han tenido que hurgarse demasiado en el ombligo para encontrar las nuevas y «santilaicas» denominaciones. Fiesta de Invierno y Fiesta de Primavera. Se han ganado el sueldo. Y en el «Palau de la Música», en lugar de ofrecer en Semana Santa «La Pasión según San Mateo» se sustituirá por la «Pasión de Mollet», que hay que ver cómo han dejado al pobre hombre, sin millones y sin honra, desagradecidos, con lo generoso que fue con Colom y compañía. Cataluña, rompeolas de todas las chorradas. Y la siempre culta, participativa, activa y ejemplar sociedad catalana, a callar, como está mandado.

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