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Angélica Liddell, sin vergüenza

Todo comenzó a gestarse hace un año. Fue a raíz de la celebración de su cumpleaños, cuando Angélica Liddell empezó a sentirse invadida por la soledad, se veía «vacía y angustiada al darse cuenta de que  había perdido todo lo que amaba». En ese momento decidió escribir sus sentimientos en el cuaderno de apuntes que siempre lleva con ella. Doce meses más tarde, sus impulsos y vivencias dan forma a una nueva producción: «La casa de la fuerza». «Este montaje es el resultado de la necesidad personal de contar un fragmento de mi vida. Quería explicar cómo me relacioné con la angustia a través de la fuerza en lo que fue un duro combate entre la soledad y la resistencia. Tenía que contarlo para sobrevivirme», explica la actriz. Después de su estreno en el Teatro de La Laboral de Gijón, «La casa de la fuerza» llega al Festival de Otoño de Madrid, que se celebrará entre el 4 y el 29 de noviembre, en el que participarán 32 compañías de todo el mundo a través de diferentes espectáculos de teatro, danza música y circo.
Pero, sin duda, uno de las citas más esperadas es la de Liddell. Tras los sorprendentes y arriesgados montajes (al público se le puso el vello de punta al ver a la actriz cortándose con cuchillas sobre el escenario o enyesar sus extremidades inferiores para después romper los moldes a martillazo limpio), vuelve a escena con la intención de hacer una revelación sobre el alma humana, «igual que hicieron en su momento Dostoievski o Flaubert», asegura la también directora y dramaturga. Además, dice que no hay ánimo egocéntrico detrás de esta obra, sino que lo que desea es «hacer público lo privado para buscar alivio y llegar a conseguir una transformación de todo lo que causa sufrimiento en algo hermoso».
Sobre el escenario habrá «mucha materia muerta como el carbón y elementos pesados, muy pesados que sirven como vehículo para que los espectadores identifiquen mis sentimientos». Esta dicotomía entre soledad y esfuerzo físico que da vida a «La casa de la fuerza» tiene su origen en la decisión de apuntarse a un gimnasio que tomó Liddell cuando se encontraba inmersa en ese sentimiento de vacío. Fue allí donde descubrió «esa compensación del agotamiento espiritual con el cansancio físico. Es el lugar donde no somos amados y hacemos ejercicios de no sentimientos para compensar el exceso de sentimientos. Es el sitio de la humillación y de la frustración», asegura la directora.
Si de algo asegura sentirse realmente orgullosa en «La casa de la fuerza» es de haber conseguido que el resto de actrices que participan en el montaje, se comprometiesen a exponer sus sentimientos al espectador. «Es algo que valoro muchísimo, ya que fueron capaces de romper con el  pudor y han puesto su debilidad  y su dolor sobre el escenario», pues gran parte de los fragmentos del guión fueron creados por las mismas actrices basándose en «tremendas historias personales». El suicidio, el dolor, el rechazo a la maternidad y otros temas tan presentes en la obra de la dramnaturga la acompañan también en el que es su decimosexto espectáculo.
   «Siempre me he movido por la indignación frente a la injusticia y por el sufrimiento por amor», comenta la actriz, para más tarde reconocer que quizá en este momento de su vida existe un mayor vuelco hacia lo privado, para dejar de lado los manifiestos políticos y familares que ya trató en «Y los peces salieron a combatir contra los hombres» o «El año de Ricardo»: «Cuando tratas temas políticamente incorrectos existe una enorme desproporción entre la obra en sí y las consecuencias que acarrean». Por este motivo ha decidido profundizar en sus sentimientos, una interesante manera  «de enfrentarse al mundo banal en el que nos encontramos y alrededor del que  giran cantidades ingentes de dinero», asegura.
Muy radical
Es evidente que sus montajes se han ido radicalizando desde que en 2007  estrenara «Perro muerto en tintorería: los fuertes», momento en el que sus textos viraron hacia la «performance», aunque la directora reniegue de encasillar sus producciones: «En este texto la influencia de Chéjov ha sido primordial, pero no me paro a pensar si lo que hago es teatro o performance, lo único que busco es un lenguaje que  sirva para expresar mis fines, así puedo utilizar el sangrado u otros recursos».
La artista reconoce que este trajabajo le ha servido para identificar y tratar de entender sus propios conflictos, «ya que me muevo en la confusión total y a través de mis montajes siento alivio», comenta, aunque quiere dejar claro que ninguno de sus espectáculos ha tenido como finalidad sutituir a «ninguna consulta de psiquiatría ni ser una terapia de psicoanálisis. Quien necesite algo así que vaya mejor al médico», dice entre risas.


Dónde:  Naves del Español del Matadero de Madrid.
Cuándo: del 5 al 8 de noviembre.
Cuánto: 22 euros.

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