¡Qué difícil resulta hacer una película como Dios manda! Desgraciadamente abundan los directores que también dicen ser guionistas y que no saben hacer ni lo uno ni lo otro, como es le caso del autor de «El padre de mis hijas», Mia Hansen-Love, una película que prolonga el tiempo sin sentido y en la que no sucede nada mínimamente original ni interesante. Las otras dos cintas que se proyectaron ayer permiten, al menos, poder escribir algo más sobre ellas. Se trata de la española «La isla interior», de Ayaso y Sabroso, muy superior a trabajos anteriores suyos en el que destaca el buen hacer de Cristina Marcos y Candela Peña, que realizan una estupenda interpretación.
Cometen el error, como sucede también en algunas novelas, de comenzar por el final y, a partir de ahí, retroceder, con lo que se crea un anticlimax que no beneficia a la película. Habla de una familia formada por un padre que padece esquizofrenia, una madre intransigente y sus tres hijos marcados por la enfermedad de uno y el caracter de la otra, con aparentes vidas normales, pero que en el realidad forman un trío del que poco se explica.
«Okupas» puros
«Karo, mi reina», de Dorothée van de Berghe, es una historia sencilla e interesante que reviste cierto interés. Transcurre en Amsterdan en 1974 y en ella un grupo de «okupas» revive lo que se sentía en la década anterior. Son puros y practican el amor libre, aunque con el tiempo haya derivado a menos libre. Lo original es que todo se ve a través de los ojos de una niña que se debate entre el amor al padre y a la madre.