SObRESCObIO (OVIEDO)- La lluvia casi ensombreció la alegría de las gentes de Sobrescobio. Casi, porque el cielo, al final, aguantó a pesar de las voces que auguraban lo peor. «Llover va a llover, porque se está oscureciendo...», pronosticaba alguien sin dejar de observar el cielo.
Los habitantes de esta comunidad de vecinos convirtieron ayer los bancos de las plazas en una improvisada tarima donde auparse (con evidente riesgo para ciertas y, también, imprudentes, señoras de edad) y los balcones, en un mirador apropiado por el que asomar la cámara compacta para captar una instantánea y llevarse un recuerdo. Recibían a los Príncipes de Asturias, que llegaron a Rioseco, capital de este concejo, premiado con el galardón del Pueblo Ejemplar 2009. «Quiero pasar por allá», achuchaba una señora con un periódico enrollado en la mano. Usaba el diario para apartar a las personas reunidas en la plaza del Ayuntamiento y abrirse paso. Y por el gesto no había quien la detuviera y la dijera que no, que ya basta y no insista usted más. «Está nerviosín», comentaban otros, al lado, mirando a un chaval vestido con los rigurosos adornos que impone el vestido regional. «Pero es que allí no vamos a ver nada», explicaba una chica a una amiga suya que llegaban impacientes, a lo mejor apresuradas por el tiempo.
Sobrescopio es un pueblo de casas tradicionales y edificaciones modernas en el valle del Nalón. Tiene una casa del Agua y un observatorio de Aves. Y sus habitantes, ayer, tomaron un hábito nuevo, espontáneo, difícil de pronosticar por las autoridades. A Don Felipe le llamaban «¡Guapo!» y a Doña Letizia, «Leti», «Letizia» o «Doña Letizia», según la ocasión y las circunstancias y las ganas que tuvieran de lograr un saludo o una sonrisa.
Un hombre arrojado se asomó a una valla y con descaro, si atender a protocolos, le gritó a Don Felipe, casi desprevenido, un «choca los cinco a un asturiano». Lo hizo con gracia, sin malicia. Hubo risas. El Príncipe no defraudó. Tampoco cuando una señora mayor, de 79 años, de nombre Ángeles González y profesión, urdidora de cestas, le agradeció que hubiera escogido a una asturiana para contraer matrimonio. Ella le regaló «tres cestinas con nueces, avellanas y castañas pá los nenes», porque, según dijo, «están llenas de paz y pan».
Ayer en Sobrescopio fue un día feliz. Tanto que, mientras Don Felipe echaba tierra a un árbol recién plantado, unos pocos se arrancaron y corearon un «¡Que se besen! ¡Que se besen!», aunque, por el resultado, según se vio, debieron haber insistido más. Quizá en la próxima ocasión.