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LIMPIEZA

Obimace limpia de pintadas el barrio San Amaro

Las brigadas de la empresa pública Obimace, de la Consejería de Fomento, en la barriada de San Amaro, donde han procedido a la limpieza y eliminación de los grafittis. Trabajos similares de limpieza y pintado de muros afectados por graffitis que se...

Kike: "Lo de las pintadas es sólo algo aislado"

El capitán del Albacete, Kike Tortosa, atendió ayer a AS para hablar de las pintadas insultantes contra los jugadores del equipo manchego: "Son acciones aisladas que no representan a una afición que está mostrando una actitud ejemplar teniendo en cuenta lo mal que estamos". Sobre las posibilidades de lograr la permanencia, el defensa añadió: "Esto se puede sacar adelante. Hay opciones matemáticas y en cuanto llegue una victoria se lo creerá todo el mundo".

Grafiteros, «condenados» a limpiar las pintadas de Madrid

Los grafiteros pillados 'in fraganti' en Madrid han pasado de remover sus sprays de colores a empuñar la brocha gorda para borrar todo vestigio de grafiti en la capital, como forma de saldar sus multas pendientes con el ayuntamiento.
A primera hora de la mañana, una cuadrilla de ocho jóvenes ha comenzado a empapelar hoy, la calle de San Hermenigildo, en el distrito Centro, para después borrar las pintadas que otros como ellos, hicieron en las fachadas.
Son los primeros que han participado en el programa que puso en marcha el Ayuntamiento de Madrid el pasado mes de septiembre para que los 'infractores del spray' pudieran sustituir sus multas económicas limpiando los grafitis de la capital durante cuatro o cinco fines de semana, según sanción.
Esta medida que ya han desarrollado algunas ciudades, incorpora como novedad a dos educadores sociales que acompañan a los chavales todos los sábados y domingos.
La mayoría tienen entre 16 y 21 años y son estudiantes, a excepción de uno, el más mayor, que tiene 25 años trabaja en un banco, y en sus ratos libre se dedica a su "hobby" y "pasión": el grafiti.
Caqui, que es como se hace llamar, es un "escritor de grafitis" matiza, ya que él siempre ha tratado de desarrollar su afición en las afueras de la capital, en naves abandonadas, donde "no molestara a nadie", ni donde nadie le molestara, matiza.
Sin embargo, la euforia de un ascenso en el trabajo, la posterior celebración, y un "spray en la mochila de su amigo", le llevó a pintar la fachada de una propiedad de vecinos, ante la atenta mirada de dos policías nacionales, lo que se tradujo en 733,85 euros de multa, que ahora salda enfundado en un mono blanco y sosteniendo una brocha.
Lo de 'Macarena', una de las dos chicas que prefiere no revelar su nombre, fue más gamberrada y casualidad que pasión por el grafiti.
 "En la calle de la Palma a las cinco de la mañana, no sabíamos qué hacer, encontramos un bote de pintura blanca en el suelo y fue como una actividad milagrosa, lo abrimos nos costó mucho y metimos la mano y empezamos a pintar una pared, y vino la (policía) secreta", relata mientras repasa una de las paredes del distrito Centro.
Esta zona, una de las más castigadas por el grafiti, se ha convertido en la base de operaciones de los ocho voluntarios, que ya han tenido que repasar cuatro veces las paredes del antiguo cuartel Conde Duque- protestan- a pesar del cartel que luce en su fachada de: "se ruega tener el debido respeto a este edificio histórico. Gracias".
Este trabajo social permite sustituir multas de entre 300 y 3.000 euros, 6.000 en el caso de reincidentes, según la nueva ordenanza municipal que ha puesto este año en funcionamiento el Ayuntamiento de Madrid.
Pero lo llamativo es que hace que los jóvenes "se den cuenta del daño que hacen a los vecinos, que a nadie le gusta que le pinten y que el ayuntamiento se está gastando mucho dinero", asegura Fernando Ruiz, uno de los educadores sociales de la asociación Trama que les acompaña.
 En la misma línea habla Caqui, que por otro lado, como 'escritor de grafitis' que es, critica cómo "persigue" el grafiti el Ayuntamiento de Madrid que "no entiende que sea un hobby y una expresión".
"Nos quieren quitar también las zonas poco permitidas, es una lucha continua y la respuesta de los grafiteros y artistas urbanos, es combatir el fuego contra el fuego" y prueba de ello son las pintadas que borra en seis horas de trabajo y, al día siguiente, tiene que volver a borrar él mismo, dice con fastidio.
Aunque él- asegura- no va a volver a pintar en las calles de Madrid, la solución estaría, en su opinión, en que el consistorio facilitara zonas o murales para pintar.
Sin embargo, el área de Medio Ambiente del ayuntamiento lo tiene claro: "tolerancia cero frente al grafiti", ya que como ha explicado en varias ocasiones su responsable, la teniente alcalde y delegada Ana Botella, "el grafiti no es arte urbano y nadie lo tiene que encontrar tolerable".
Por lo pronto veintiséis jóvenes participarán en este programa de educación social que según sus responsables es "mucho más efectivo" que cualquier otra medida, para frenar un arte o infracción que en lo que va de año le ha costado al ayuntamiento 7.652.860,78 euros.

Pintadas, niños y palomas

El «Times» londinense ha acusado a Italia de comprar a los talibanes en Afganistán para que no ataquen a sus soldados, lo que significa que en vez de poner los medios para vencer al enemigo, lo que hacen los italianos es enriquecerlo. ¿Es inmoral adoptar una actitud como ésa? ¿Constituye una grave deslealtad de los italianos con quienes son allí sus aliados? ¿Tiene algún mérito vencer en una carrera después de haber comprado con dinero la retirada de tus contrincantes? Por otra parte, ¿constituye la actitud de Italia una novedosa cobardía internacional o se trata sólo del reverdecimiento de lo que algunos consideran una vieja y venerable tradición? Alguien que luchó en la guerra civil española al lado de los «rojos» me comentó hace muchos años que de haber sido bien aprovechada, la estrecha colaboración italiana con Franco podía haber sido la mejor baza de la República para sobrevivir a la contienda. Ni siquiera los franceses se mostraron en la II Guerra Mundial más ambiguos que los italianos, verdaderos especialistas en empezar la batalla en un bando y finalizarla en el bando contrario. Para esa clase de soldado, combatir en primera línea tiene sobre cualquier inconveniente la obvia ventaja de que, según evolucionen los acontecimientos, hay que recorrer menos distancia para pasarse al enemigo. Un amigo mío que es artista me dijo –supongo que medio en broma– que en la duda de no saber con tiempo a quien convendría rendir homenaje, los escultores italianos procuran dejar para el final la cabeza de las estatuas. Benito Mussolini empezó la guerra con mucha fogosidad al lado de Hitler, pero cuando los norteamericanos echaron a correr por Italia, intentó sin suerte una paz por separado. Al final fue detenido y asesinado. El mismo pueblo que años antes tanto le había vitoreado, se ensañaba ahora con su cadáver y lo dejaba desangrarse colgado de los pies al lado de los despojos de su amante. ¿Son realmente así los italianos? Hombre, yo no lo sé, pero la única vez que estuve en Italia sentí que había puesto los pies en un viejo país en el que por alguna extraña razón a mí me pareció que lo más sincero de sus estatuas eran las pintadas, los niños y  las palomas.

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