- sábado 20 abril 2024
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MADRID- Conocida por muchos como «la princesa», la presidenta del Parlamento balear, María Antonia Munar, ha conseguido escapar de la Justicia utilizando una política de pactos con unos y otros que le han llevado a la primera división de las instituciones autonómicas. Sus cambios de chaqueta se remontan a 1991, cuando los populares se presentaron en coalición con Unión Mallorquina (UM) a los comicios autonómicos. La buena relación que mantuvieron las dos formaciones se fracturó rápidamente, cuando UM nombró presidenta a María Antonia Munar y se proclamó abiertamente «un partido nacionalista». La exigencia de mil millones de pesetas para la construcción de un museo marítimo por parte de una desconocida María Antonia Munar, le costó el puesto a la entonces consejera de Cultura, que fue destituida por el popular Gabriel Cañellas, quien se rerefería a ella cariñosamente como «sa nina» (la niña). Dicha destitución supuso el punto de despegue de una política de pactos que acabarían llevando a Munar a la presidencia de la Cámara autonómica. Y es que, a pesar de que el PP consiguió la victoria en los comicios de 1995, los nacionalistas mallorquines se resistían a perder su poder institucional.
Munar puso en marcha el llamado «Pacto de Progreso», que permitió echar al PP del Consejo Insular de Mallorca. «El objetivo de Munar siempre fue mantenerse en el Consejo para torpedear las leyes que se aprobasen en el Parlamento», señala Carlos Simarro, portavoz del PP en Baleares. La ahora imputada fue elegida presidenta gracias a la coalición formada por su partido y el PSOE, PSM, IU-Los Verdes y Esquerra, y cuatro años después, la presidenta de honor de UM revalidó su cargo gracias al citado acuerdo.
Acuerdos antiPP
«Durante todo este tiempo, Munar se ha dedicado a firmar pactos anti PP para echarnos de las instituciones y mantenerse en el poder a cualquier precio», subraya Simarro. Sin embargo, los comicios de 2003 dieron un vuelco al mapa político balear y Munar tuvo que buscar nuevos aliados en Génova. El pacto de gobernabilidad entre el PP y UM volvió a colocar a la imputada en la presidencia del Consejo mallorquín. «Al principio fue una unión muy fructífera, en la que se puso en marcha el Plan de Territorialidad y se reforzó el sistema sanitario», aseguran desde el PP.
Fiel a su política de intereses, la estratega Munar no dudó en traicionar al que había sido su socio tan sólo cuatro años después, cuando rescató el Pacto de Progreso para arrebatar a Matas la jefatura del Ejecutivo. La imputada rechazó reeditar el acuerdo que tan bien le había funcionado con el PP en 2003. «Munar ha utilizado la coletilla de “liberal” para poder pactar con unos y otros, sin importarle los resultados de las urnas», denuncian los populares, quienes no dudan en volver a pactar con UM en un futuro. «En política no pueden entrar en juego cuestiones personales. Se trata de buscar proyectos juntos, siempre al servicio de la sociedad. En las próximas elecciones, los ciudadanos decidirán».
«Estrictamente nacionalista»
La presidenta de honor de Unión Mallorquina también ha utilizado su apasionado regionalismo como moneda de cambio para entrar en las instituciones. En su discurso de investidura como presidenta del Consejo de Mallorca en 1999, –cargo que obtuvo gracias a los votos de su partido y los del PSOE, PSM y EU–, María Antonia Munar advirtió de que el recién estrenado Gobierno insular sería «estrictamente nacionalista», al mismo tiempo que proclamó que dicho organismo «se convertiría en el eje vertebrador del nuevo modelo de país». Sin embargo, durante los cuatro años que el PP y Munar se unieron para gobernar en el archipiélago, la presidenta de la Cámara autonómica dejó aparcado su nacionalismo para apostar por un mandato basado en «las soluciones y la estabilidad política». Una estabilidad que María Antonia Munar traicionó en 2007 para arrebatar la presidencia del Ejecutivo balear al popular Jaume Matas, que obtuvo más del 46 por ciento de los votos.
Llegó a la política de la mano del líder de UCD en Baleares, Jeroní Albertí, y logró ser alcaldesa de Costitx, Mallorca. Tras la desaparición del partido fundó Unión Mallorquina, definida por ella como de centro-derecha y regionalista. La carrera de María Antonio Munar i Riutort fue fulgurante hasta ser nombrada consejera de Educación y Cultura en el gobierno popular de Gabriel Cañellas. El histórico dirigente la solía llamar «Sa nina», en un gesto paternal hacia esa muchachita rubia, con fuerte carácter y enorme ambición.
Desde entonces, la Munar nunca perdió el poder. A pesar de sus exiguos votos y liderar un pequeño partido, tuvo la llave del gobierno en las Islas. Sin ningún reparo ideológico, gracias a sucesivos pactos con fuerzas de diferente color político, «la niña» de Cañellas manejó a su antojo a unos y otros, tejió toda una red y arrebató la hegemonía al PP de Jaume Matas. Ya era conocida como «La princesa», por su afición al lujo y asuntos de calado urbanístico.
Ahora, erigida en su sillón del Parlamento Balear, Munar sigue los pasos de uno de sus padrinos políticos, en su día imputado por el Túnel de Sóller. Dice no estar amilanada, dispuesta a colaborar con la Justicia. Pero el caso Can Domenge puede ser un arma de doble filo. De inmunidad, tantas veces conseguida, o el principio del fin de un entramado de corrupción, mañas y favores, de una reina en su palacio.