Siguen los cambios. Y mi amigo Rogelio asegura que no han acabado, que cualquier día de éstos, habrá al menos otra sorpresa. Pero no es la cuestión de hoy. La actualidad la dicta el director general de la RTVV, Pedro García, que se va por voluntad propia, con una salida profesional asegurada –sabe cuál es su destino- pero las circunstancias le imponen el silencio. De ahí que le toque bailar con las elucubraciones de quienes iban a hacerlas sí o sí. Relacionar directamente su dimisión con el caso Gürtel no deja de ser un fácil ejercicio de voluntarismo. Cinco años en esa primera línea son muchos, quizás demasiados.
García ha demostrado fidelidad y, como dicen allá por debajo de río Grande, cuajo político. Ha prestado extraordinarios servicios a la causa y eso desgasta, quema. Por hacer alguna matización, quizás su marcha debería haberse preservado de vicisitudes desagradables, máxime cuando todavía supuran las heridas y el fragor de la batalla.
Natural y previsible el relevo por José López Jaraba. Estaba más que cantado desde el mismo instante que entró en las instalaciones Burjassot. Su fichaje estaba predestinado a la poltrona de la televisión autonómica. Para eso vino. Suerte.