trampa

Basagoiti y la trampa peneuvista

Un típico truco para que un niño te obedezca es pedirle lo contrario de lo que deseas que haga. Si quieres que deje de comer pasteles, no tienes más que ordenarle que se los coma todos. En ese momento empieza a poner cara de empacho. Este principio elemental de pedagogía de manual es el que ha empleado el PNV para conseguir que el PP no votara la elevación a rango de Ley del Concierto Económico vasco, que no suponía otra cosa que la homologación de la fiscalidad vasca con las de las demás autonomías. Lo que ha hecho el PNV es presentarlo como lo contrario usando la palabra mágica «blindaje» y sustrayendo el debate de lo racional para escenificar el desencuentro con los populares y el chantaje a los socialistas. Lo que ha querido el PNV es simplemente demostrar que sigue teniendo poder, doblegando al partido del Gobierno, defendiendo los verdaderos intereses vascos desde la oposición y marcando la agenda política de unos y otros. Y lo peor del caso es que le hemos ayudado a eso casi todos: los socialistas desacreditándose en bloque al presentarse como chantajeados en efecto, el PP oficial rechazando la propuesta y abrazando el falso cliché del centralismo recalcitrante. El único atenuante de este último reside en el miedo a cierta derecha ultramontana y «anti-genovesa» que el zapaterismo ha resucitado y a ciertos medios de comunicación que la siguen o la capitanean entusiasmados ridículamente con la tarea de demostrar una imaginaria debilidad en la actual dirección del PP nacional y una posición concesiva a los socialistas y nacionalistas  del PP vasco, cuando ocurre justamente lo contrario. Ha sido Basagoiti el que ha denunciado la argucia del PNV, el que ha sabido hilar fino para señalar dónde estaba la trampa. Pero  Génova ha temido –no sin razones– al trazo grueso de la crítica y de un debate nacional cada vez más simplón y espeso. Esto es sencillamente lo que ha ocurrido. Por eso han hecho bien Alonso, Astarloa y Azpiroz en abstenerse. Sin dramatismos. Y es que una de las consecuencias que va a tener el desalojo de los nacionalistas del poder es la desdramatización del hecho autonómico, la llegada del auténtico debate político que sustituya al recurrente planteamiento competencial como una permanente lucha y un destemplado desafío de los poderes periféricos contra el Estado, cuando son parte de éste. Aunque queden en la Corte resabios de una derecha residual, esencialista y dispuesta a mantener ese juego desde el lado antinacionalista, tal insistencia en seguir planteando ese debate en términos de fidelidad y traición pertenece al pasado. 
Aquí no se ha discutido ningún blindaje, como tampoco se ha discutido un Cupo Vasco, al que Aznar dio una prórroga indefinida, ni un Concierto Económico que defendieron Iturgaiz y Oreja, sino una equiparación legal que votó en la Cámara de Vitoria María San Gil hace un par de años. En realidad el supuesto «blindaje» es lo contrario. Es sacar al Concierto del limbo legal y oscurantista en el que se encuentra. Hay quien no ha entendido que Basagoiti está abriendo un camino hacia la foralidad vasca y española dentro de la Constitución que desbanque el dramatismo impostado del nacionalismo vasco. Hay quien confunde la política con el testimonialismo a destiempo y le pide que haga una vez más este último a quien por primera vez está haciendo política en el País Vasco.

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