Madrid- El Atlético se deshace y ya sólo le quedan las tradiciones, los cánticos populares que se asocian con cada nueva desgracia de manera rutinaria. «Estoy hasta los huevos de la familia Gil» o «Gil, cabrón, fuera del Calderón» ganaron esta vez en intensidad y frecuencia al clásico «Cerezo, cabrón, fuera del Calderón». La afición del Atlético está cansada y ya no se conforma con gritar su desesperación. Tampoco se conforma con que sea siempre Enrique Cerezo el que da la cara ante la prensa y la afición. Piden responsabilidades al propietario, a Miguel Ángel Gil. Pero el dueño no aparece.
Un grupo de unos 800 aficionados se dirigió hasta la entrada del palco para esperar a los responsables de la entidad sin demasiadas ganas de dialogar. «Diles que se vayan», cantaban mientras unos cuantos se encaraban con los agentes a caballo que custodiaban la entrada al palco y a la sala de prensa.
La Policía decidió clausurar las salidas para evitar incidentes, pero no podía cerrar las gargantas envenenadas de desesperación. Las mismas que minutos antes pedían la camiseta a los jugadores del Mallorca mientras aplaudían su salida. Y los jugadores tampoco se libran de la indignación de los socios. Los gritos de «uruguayo, uruguayo», que se escuchaban antes de que Forlán lanzara su primer penalti de la tarde se convertían en insultos unos segundos después. Quedaban muchos minutos todavía para que empezara a sonar el «jugadores, mercenarios». Otro clásico del Calderón.
La grada tampoco sabe ya dónde encontrar referentes en el campo. Reyes, al que antes recibían siempre con pitos por su pasado madridista y su escasa implicación, es ahora su única esperanza. Lo ovacionan en cuanto asoma la cabeza del banquillo para salir a calentar. Y aplauden su entrada en el campo con la misma intensidad que agradecen la salida de Maxi. El ex capitán rojiblanco es ahora un sujeto sospechoso para su afición, que se dejó las amígdalas silbándolo.
Los jugadores andaban perdidos por el campo, con la cabeza baja. Incluso después del gol de Forlán y las dos expulsiones del Mallorca. Parecían ellos los que jugaban con nueve e iban por debajo en el marcador. «Tenían un ‘‘cagazo’’ encima...», reconocía un jugador del Mallorca. «No sé lo que les pasa, yo creo que se les ha juntado todo, pero tienen una liada aquí», reconocía otro.
Los jugadores del Mallorca no se explicaban lo que sucedió en el campo, pero tampoco los del Atlético. «Hay que cambiar esto, pero ya», reclamaba Pablo. «A la afición no sabemos qué decirle porque nos merecemos las críticas», añadía el central.
«Esto no tiene explicación. El vestuario sabe que esto no puede pasar. Probablemente hayamos tocado fondo, pero aquí todos somos culpables. Ojalá sea bueno el cambio de entrenador, pero somos los jugadores los que debemos arreglar esta situación», reclama Jurado.