Opinión
Las movilizaciones del 25-S (que no han pasado de ser microrréplicas de un seísmo que aún no ha reventado) han sacudido, de manera contundente, todo el entramado del sistema político con consecuencias todavía por medir. Más allá de las descalificaciones que asemejaron a los que intentaban rodear el supuesto Foro de la Ciudadanía a golpistas, antisistemas y demás lindezas, se encuentra el miedo al rechazo de los ciudadanos a “la casta”, algo que por otra parte se ha traducido en cifras demoscópicas.